El Papa Francisco fue el elemento catalizador del “Tsunami de alegría” (1) que vivió el pueblo paraguayo en los tres días que duró su visita a estas tierras, en lo que algunos ya definieron como “un retiro espiritual de masas”, del cual a casi una semana, siguen recogiéndose sus efectos positivos.
La gente puso lo suyo, salió a las calles a recibirlo, a saludarlo por donde pasase, colmó los eventos y las ceremonias organizadas, superando cualquier otra cifra anterior en convocatorias. La fiesta fue total, emoción, algarabía, clima de gozo, serenidad y paz desde que aterrizó el avión en Asunción, hasta que despego para su regreso a Roma.
El Papa, en maratónicas jornadas fue al encuentro de todos los sectores: autoridades civiles, militares, y eclesiásticas, organizaciones de la sociedad civil, políticos y religiosos, niños, jóvenes y ancianos, personas encarceladas y hospitalizadas. Visitó barrios residenciales y de zonas marginales inundadas por el rio. Les habló a todos y a todos nos dejó un pensamiento, un mensaje, una consigna. Rezó con todos y por todos, nos bendijo y nos pidió “que no nos olvidemos de rezar por el.”
La excelencia primó en los eventos, en las ceremonias, en la seguridad. Paraguay sorprendió por su organización, su artesanía, sus danzas, músicas y sus canciones que engalanaron los eventos y las ceremonias. La prensa nacional en una competencia tácita, resalto siempre lo positivo en jornadas donde primó siempre la crónica blanca. Por momentos cobraron vida los versos del `poeta(2), que habían llamado la atención de Bergoglio: “Fulgura en mis sueños una patria nueva / que augusta se eleva de la gloria al reino (…). / Patria que no tenga hijos desgraciados (…) un paraíso sin guerra entre hermanos (…) con niños alegres y madres felices / y un Dios quo bendice su nueva ascensión.
Paraguay vivió un momento especial, signo de cómo sería vivir en un país, en el que prima la convivencia fraterna. Participamos de jornadas históricas que se proyectan y resonarán en el futuro, como el presente que se construyó en los 27 años posteriores al de la visita del hoy San Juan Pablo II. Se palpó el gran esfuerzo de la Iglesia para presentarse, organizada, aggiornada en mensajes, métodos y propuestas. Dinámica y dispuesta a construir con todos nuevos días para el país. Nos queda a los ciudadanos y laicos, colaborar con la tarea que dejo el Papa para las próximas décadas.
César Romero Cuevas (desde Asunción)
