Carlos Alberto Martínez

 
“No mi voluntad, sino la tuya” (22 de marzo de 1946 - 5 de noviembre de 2016)

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Hijo de Rina y Cacho, Carlos nació en Córdoba el 22 de marzo de 1946, el primero de 3 hermanos. Lo seguirán Daniel y Alejandro. En su infancia y adolescencia alterna el estudio, con muy buenas notas, y el deporte, juega al tenis con suceso representando a Córdoba en los nacionales. Después vendrá el servicio militar, el comienzo de la carrera de Ingeniería, el noviazgo. Se lo recuerda tímido, serio, responsable y muy concreto.

En junio del 1969 Daniel conoce el Ideal de la Unidad y volviendo a casa le cuenta y entusiasma a Carlos. En enero del 1970 participan en un encuentro gen en la Mariápolis permanente, que se está iniciando en O’Higgins, y tras regresar a Córdoba a rendir algunos exámenes, decide ir a construir él también la ciudadela. Estudiante de Ingeniería, lo consideraron el más experto como albañil, por lo que ese fue su trabajo todo el año. “Muy capaz humanamente, se distingue sobre todo por una constante plenitud en la caridad”, dice de él Vittorio Sabbione. A los pocos meses siente, sintiendo el llamado de Dios al focolar, viaja a Loppiano (Italia), a la escuela de formación de focolarinos.

De regreso a Argentina, mientras termina sus estudios de ingeniería en el focolar de Córdoba, un fuerte dolor sacude la vida de toda su familia: imprevistamente, con tan sólo 26 años, fallece su hermano Alejandro. Carlos le escribe a Chiara: “Es muy difícil expresar con palabras lo que he experimentado en estos tres días; la gracia que a través de Alejandro llegó a casa; nunca había experimentado el dolor tan de cerca, pero con una presencia del Amor entre nosotros tan plena que era una continua contemplación”.

Su vida de donación en el focolar continuará en Córdoba hasta 1985 y luego en Buenos Aires hasta 1994. A partir de allí será nuevamente constructor de la Mariápolis, en estrecha colaboración de Lia Brunet y Vittorio Sabbione, protagonizando uno de los períodos de mayor desarrollo de la ciudadela. Su espíritu emprendedor le hace experimentar, sin embargo, que también eso puede ser un límite. Ante una corrección fraterna reconoce que debe crecer en el ser más espiritual y menos manager…”. Y luego de un período de prueba que duró meses, escribe: “Este período me hizo encontrar una relación nueva con cada persona. Antes creía que era yo que amaba, que “hacía” todo… ahora puedo ver cuánto me aman también los demás: la reciprocidad! Comprendí aquella frase que dice `de noche se ven mejor las estrellas’ ”.

Cuando decaen, con la edad, las fuerzas físicas de Vittorio, Chiara le pide a Carlos que lo “acompañe”. Desde ese momento, con delicadeza, Carlos pasa a ser su secretario, su memoria, su bastón, su confidente… Más adelante, durante ocho años, asume otra tarea de responsabilidad en el centro mundial de los focolarinos en Roma.

Aunque gozó siempre de una excelente salud, practicó tenis regularmente hasta los 64 años, también en este aspecto de la vida comienza a ser “trabajado” por el amor misterioso de Dios. En 2010 le detectan una rara enfermedad en la sangre que lo tendrá postrado y luego con escaso movimiento durante meses. En enero 2013, sufre un ACV en el avión que lo trae de regreso a la Argentina. Siguen internaciones, estudios, tratamientos, fisioterapias… Le quedan algunas secuelas físicas que serán sus compañeras de viaje hasta la partida: dificultad en su pierna derecha, escasas energías y un dolor en el pie que a veces es casi insoportable. A fines del 2014 vuelve a la Mariápolis Lía por tercera vez, ahora con pocas fuerzas físicas y “sin acción” –dice él- pero creciendo aceleradamente su vida espiritual. Trabaja haciendo traducciones, cumple regularmente los ejercicios físicos indicados, las caminatas… Y dos veces por semana va a hacer fisioterapia con Alejandro, que además de ser el profesional que lo atiende, se convierte en amigo… alguien que encuentra en Carlos uno en quien confiar sus experiencias, sus dudas… podríamos decir un “hermano mayor”.

Justamente durante una sesión de fisioterapia, el martes 25 de octubre, una gran explosión hiere gravemente a Carlos, Alejandro y también a Thomas, otro focolarino de la Mariápolis. Desde ese momento Carlos recorre su último tramo de Santo viaje con graves quemaduras e insuficiencias en diferentes órganos de las que no se logra recuperar y lo llevarán a la Casa del Padre el sábado 5 de noviembre. Para el funeral, desde su internación donde todavía estaba convaleciente, Alejandro le enviaba este mensaje: “Querido amigo, gracias por el don que fue tu vida para mí, desde tus consejos, experiencias, amor concreto, hasta el café y el alfajor que compartíamos y tanto te gustaba. Hoy parece que Dios no quiere que yo esté compartiendo este momento con vos. Nos juntamos en un abrazo fuerte que dure toda la eternidad donde nos volveremos a encontrar. Con todo mi afecto, Alejandro”.

La Palabra de Vida de Carlos era: “No se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc. 22,42).

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