Hace unos meses sentía la exigencia de “salir afuera” en mi vida, de tomar algún compromiso en lo social. Pero esa idea quedaba en mí, dentro mío como algo que iba creciendo y haciéndose paso en el alma, pero no veía donde plasmarla.
Uno de esos días, después de haber comentado esta “necesidad” con el grupo de voluntarios con el que me reúno, al llegar a uno de los colegios donde estoy trabajando, la vicedirectora me dice: “Marcelo, ¿vos no querrías ayudar a un hogarcito de madres solteras donde también están los hijos de esas madres que necesitan que la gente done alimentos?”. La pregunta fue claramente una respuesta al alma. Lo que había nacido dentro mío, hablado con los compañeros de ruta y ahora, con una respuesta, me encontraba con la posibilidad de ponerlo en práctica. “Toda idea es una responsabilidad”, me recordé. Por supuesto que dije que sí, que iba a ayudar. Me interioricé qué necesitaban y comencé a reunir donaciones. A las dos semanas estaba llevándole el baúl del auto lleno de alimentos de distinta índole.
Unas pocas semanas después, un psicólogo de ese mismo colegio me dijo: “Marcelo, a vos que tanto te interesa el compromiso social” -lo que para mí fue un halago y a la vez un “deber ser”- y me pedía ayuda para el comedor Dorita de unos 200 chicos. También dije que sí y a la semana lo compartí con el grupo y luego lo hicimos extensivo a otras personas. La respuesta fue inmediata. Lo que necesitan es arroz.
Así que todas las semanas vamos a un supermercado mayorista y compramos una bolsa grande de 10 kilos de la misma marca que consumimos en casa. Hasta ahora ya llevamos 7 bolsas.
Además estoy trabajando para este hogarcito en la promoción de estas actividades en el colegio y en la parroquia, imprimiendo fotos grandes para poner anuncios en las carteleras. Son muchos los alumnos y docentes que se interesan por esta iniciativa. Algunos colaboran, otros la tienen presente en su corazón. No faltará la oportunidad para que también ellos se pongan manos a la obra.
MN (Rosario)
