La vista fija en el Cielo

 
Todo tiene un sentido, también las normas y actitudes que a veces son un contratiempo. En este testimonio el descubrimiento de lo que "es más importante" en nuestra acción cotidiana.

Siempre fue para mí, un tema especial aquello de lo que “las obras de misericordia nos instruyen”.

Cuando dejé de tener responsabilidades laborales y en otros ámbitos, pude incorporarme a un conjunto de gente de la Capilla de San Francisco, ubicada en el corazón del Hospital Escuela del Centenario (Rosario), que semanalmente visitan las salas de internación, para dar sostén espiritual y algo de material a los enfermos que se encuentran allí.

Siempre pensé, que los enfermos tienen una especial predilección por Jesús, y se encuentran muy permeables a todo aquello que lo referencie.

En poco meses, realicé una práctica “acelerada”, de ver los miles de rostros de Jesús abandonado: gente muy pobre, sin ninguna posibilidad de nada, cuyos sufrimientos se ofrecen como una ofrenda anónima.

Un día, el sacerdote capellán del Hospital, me pide que por favor le lleve la comunión a un joven de 17 años internado.

A la hora estipulada, voy al Hospital, busco el lugar de internación, y allí me llevo la primer sorpresa, este joven se hallaba internado en un lugar de aislamiento. Las enfermeras de ese lugar lejos de ser amables, son bastante duras e inflexibles a los pedidos.

La responsable del sector me atiende y me dice que voy a tener que esperar un buen tiempo. A la media hora le repregunto si podía pasar, y simplemente me dice “No” como toda respuesta.

En un momento se me viene a la memoria aquello de “felices los pacientes…”. la calma volvió.

Pero, una vez de frente a este muchacho, de 17 años, el corazón se me estremeció. Jesús me mostraba un rostro sereno, lleno de vida y humildad. Una vez terminadas las oraciones y la comunión, este joven me comenzó a contar sus anhelos. Era un gran jugador de fútbol, su pasión por la informática y muchas cosas más, sólo que su enfermedad le regalaba pocos meses de vida.

manosw-1002xXx80Antes de que me retirara, me tomó de la mano y me agradeció muchísimo el hecho de que haya estado con él ese rato, sin apuros y escuchando… “Esta comunión vale por muchas”, me dijo, al momento que mi humanidad y mi hombre viejo se destruían como papel en el fuego.

Esta experiencia, me marcó a fuego porque sentí que este joven en el umbral de su muerte, estaba en plena presencia de Jesús, viviendo el momento presente. Reflexionando mientras volvía a casa, me daba cuenta que cada aflicción, cada dificultad que afronté tenía un propósito. Lo más importante de todo es que gracias a ello aprendí a mirar hacia arriba, a mantener la vista fija en el Cielo.

Jorge Pollola (Rosario)

Normas(500)