Nos llegó una necesidad concreta: una mamá viuda, con cinco hijos y sin lugar donde vivir.

Cuando todos conocimos la situación, vimos que si bien construir una casa no era algo que habíamos hecho alguna vez, reconocimos la necesidad de dar una respuesta.

Cada paso que se fue dando fue fruto de escucharnos y pensar juntos. Así fuimos construyendo lazos que nos ayudaron a poner en práctica el arte de amar.

Fueron dos ediciones de locro, más la ayuda económica de conocidos, amigos, familiares, donde cada uno colaboró con el valor de una bolsa de cemento.

Para hacer la casa, se pidió la donación de materiales a empresas de construcción, las cuales respondieron con un sí rotundo e inmediato.

En una primera instancia, la demanda fue hacer una casita, que luego y entre todos, vimos de mejorar la propuesta haciendo algo más cómodo y confortable, pero para nuestros ojos.

En este camino de ir al encuentro del otro y de amarlo como desea ser amado, nos dimos cuenta que la casa que teníamos pensada para la mamá era un proyecto más nuestro que de ella. Entender y aceptar esto fue un proceso con idas y vueltas que pudimos superar escuchándonos, pensando juntos, lo que nos permitió construir una relación más fraterna, entre nosotros y con los otros.

Logramos realizar una casa pequeña, en la que viven la mamá y sus hijos, con sus pertenencias, y con la esperanza renovada de que hay otras familias con las que puede contar.

Como conclusión podemos decir que se construyó una relación, que continúa, a través de visitas mensuales de miembros de nuestra comunidad y que se sigue con atención a las necesidades que surgen de esta mamá, sus niños, y las distintas circunstancias que nos invitan a poner en práctica el arte de amar.

Grupo de Familias Nuevas de San Nicolás de los Arroyos,
Prov. de Buenos Aires, Argentina

(Publicado originalmente en “Ciudad Nueva”, enero-febrero 2017, www.ciudadnueva.com.ar)