El mejor regalo de Navidad: Siria

 
Una pareja argentina, como conclusión de un período de dos años al servicio de los Focolares en el Centro Internacional en Roma y antes de regresar, decide pasar las Fiestas en Alepo y otras ciudades en las que la guerra ha hecho estragos. La fe y esperanza de los habitantes fue una experiencia de conversión para ellos.

 

IMG-20161229-WA0066 - CopiaSiria fue la tierra desde la cual llegaron mis abuelos hace muchos años en busca de paz. Seguramente esta era una gran motivación para recorrerla, pero no era la única. Sabía bien que allí, en medio del dolor de la guerra, existen comunidades que creen que el Mundo Unido no es una utopía y muchos de ellos, habiendo tenido la posibilidad de escapar de ese absurdo cotidiano, no lo han hecho, porque entienden que es importante construir la paz codo a codo con la gente.

El Movimiento de los focolares está comprometido en el sostenimiento y acompañamiento de estas comunidades en Siria, con laicos consagrados que viven en Damasco y Alepo. Con la ayuda de ellos, junto a mi esposo, Diego, pudimos entrar desde Beirut.

WP_20161227_016Nuestro primer objetivo: compartir la Navidad con la gente, vivir su vida por un tiempo, aunque sea breve. Sentir lo que sienten, experimentar con ellos los dolores y las alegrías para poder llevarlos juntos, asegurarles que estemos donde estemos nuestras oraciones son incesantes.

Esto no es un relato turístico. Fuimos a Damasco, Alepo, Kfarbo, Hama, Homs, Sadad. Y lo que experimentamos fue que la fe de los cristianos en Siria ha sido motivo de profunda conversión y revisión de vida para nosotros. Claro que siguen pidiendo a Dios el milagro de la paz, pero no se detienen en los lamentos.

Cuando le preguntamos a una familia con cuatro hijos cómo era el día a día, nos dijeron que ellos no dejaban que sus hijos caminaran dos metros más adelante porque tenían miedo de verlos morir por la caída de un mortero; preferían caminar juntos en línea. A la mañana se saludan sabiendo que al dejar a los niños en la escuela podría caer una bomba y no volver a verlos.

Todos comparten el dolor de lo que viven pero inmediatamente cuentan una experiencia de donación, de apertura a las necesidades de quien pasa al lado. En Alepo, recorriendo la zona tomada durante tantos años, hemos conocido familias que han perdido todo. Pero el dolor no los paraliza. Llevan adelante diferentes proyectos sociales sosteniendo a los más necesitados.

El Evangelio es vida, no son palabras. El Evangelio se traduce en actos de amor cotidianos que van desde hacerle llegar ropa a una familia que no tiene para sus hijos, o instalarle un generador a otra familia para que al menos algunas horas puedan tener luz o simplemente pasar horas escuchando a quien necesita hablar porque el dolor es grande y no hay quien escuche.

¡Celebran la Navidad con esperanza! La iglesia abarrotada de gente, mientras afuera los bombardeos continúan. Nadie deja de ir a misa por eso. Hemos visto una iglesia destruida, sin techo, y en medio de los escombros la misa se celebra con tantas personas que no dejan de ir ni siquiera pese al frío que congela el cuerpo.

“Para el mundo occidental la religión es una ideología, para nosotros es nuestra identidad”. Así nos dijo un obispo y comprendimos el significado profundo de estas palabras porque en cada familia que visitamos, cada joven que encontramos y detrás de cada historia que escuchamos se revela una profunda coherencia entre fe y vida. Dios no tiene nada que ver con esta guerra.

IMG_5125Fueron muchos los casos en los que las personas repetían que el deseo es quedarse en su tierra. A cada uno de mis familiares le ofrecimos la posibilidad de venir a la Argentina, con el compromiso de todos mis primos de que una vez aquí los ayudaríamos. No aceptaron. “Este es nuestro país, nuestra cultura, nuestro idioma. No queremos irnos como tuvieron que hacer tus abuelos, queremos vivir en nuestro país. Solo queremos que llegue la paz”, nos decían con gran convicción.

En Damasco, en la Gruta de San Pablo, los franciscanos tienen una guardería que asiste a los niños mientras sus padres trabajan. Fuimos a la fiesta de Navidad de estos niños junto a sus familias. Eran muchos y felices. La monja que estaba con ellos nos dijo: “Testimonien que los cristianos no nos hemos ido de Siria. Seguiremos aquí”.

Hemos conocido una familia que logró que su hija fuera a la universidad en Alemania, con una vida más cómoda y mayores posibilidades. Sin embargo, aunque todo iba perfecto, eligió volver a Siria, vivir por su gente y continuar sus estudios allí, en medio de las dificultades de un país en guerra.

Todos nos agradecían mucho por haber tenido el coraje de ir; sin embargo, los agradecidos éramos nosotros. Una profunda gratitud ante todo a Dios, que nos dio la posibilidad de vivir una Navidad que quedará en la historia, y a cada una de las personas que encontramos porque fortalecieron nuestra fe y nos ayudaron a renovar la esperanza en ese Mundo Unido que todos soñamos.

Diego Valle y Gloria Chale (Casilda, Santa Fe, Argentina)

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