Historias de Navidad

 
El tiempo de Navidad es un momento propicio para mirar a nuestro alrededor y compartir lo que tenemos con quienes carecen de lo necesario. El relato de dos de nuestros amigos.

La cena de Nochebuena

Por tercer año consecutivo, el pasado Domingo 24 de diciembre, volvimos a organizar desde nuestra Parroquia de El Trébol, provincia de Santa Fe, Argentina, la ”Cena de Nochebuena” para las personas que están solas y que viven en condiciones de marginación. Con dos semanas de anticipación comenzamos las invitaciones visitando personalmente a cada uno en el lugar en donde habitualmente viven. Esto nos permitió conocer más de cerca las situaciones y realidades de cada uno. Los que ya participaron otros años, normalmente nos están esperando y es siempre para ellos una alegría ver que los tenemos en cuenta y para nosotros una muy fuerte experiencia al constatar el estado en que se encuentran y la necesidad de que se sientan queridos por alguien.

26167769_10214142631911003_966290802193840044_nEntre otras situaciones, destaco la de un señor que siempre hemos visitado e invitado, pero nunca había participado. Este año me propuse amarlo en manera especial. Nuevamente su respuesta negativa, siempre muy serio y cortante: “No creo que vaya…“, a pesar de nuestra insistencia. Pero un detalle, me dí cuenta que tenía un par de anteojos rotos y con dificultades en su visión. Le pregunté cuál era su dificultad y me dijo que desde hace algunos años no visitó ningún oftalmólogo debido a que no tenía recursos. Regresé al otro día y le pregunté si me autorizaba a que me ocupara de esta situación, con recelo me dijo que si. Consulté en el Hospital Local y me dijeron que ante situaciones de ésta índole, se podrían hacer cargo de la consulta médica, y que existía la posibilidad, en caso de necesitar anteojos, gestionar su costo por intermedio de una ONG que se ocupa de estos casos. Con estas noticias, regreso a lo de mi amigo y le digo que al día siguiente a las 8 hs. lo estaría esperando en el Hospital para iniciar las gestiones ante el Área Social. Muy uraño me dice: “Trataré de ir… si me despierto”. Al día siguiente a las 8 hs. yo estaba esperándolo, y como no llegaba comencé a cuestionarme a mi mismo: “Te las buscás todas”. “¿Porqué tenés que meterte en estas situaciones?”. Un momento de fuerte cuestionamiento. Cuando recobré la paz interior, aparece mi amigo. Hicimos las gestiones correspondiente y fijamos la fecha de la consulta. Cuando nos despedimos, le dije: “Ves que todo se puede, basta poner buena voluntad y todo en la vida vale la pena”. Por primera vez lo vi sonreír. En la Nochebuena fue el primero en llegar a la cena.

E26195789_10214169994795058_8651624962267919059_nl local del “Club Parroquial” lucía como uno de los mejores Restaurantes: Manteles blancos, vajilla de primera, las mesas con adornos navideños muy originales, y un menú preparado con mucho amor durante la tarde por un grupo de colaboradores. Algunos de la comunidad se ofrecieron a buscar a los invitados más alejados y así fueron llegando, familias, un señor a quien se le amputó una pierna, un ciego, un discapacitado, y de las más variadas situaciones sociales, un total de 30 personas que fueron recibidas con mucho amor por el párroco y quienes estábamos en el servicio.

Con mucha alegría compartieron la cena y después del brindis de la medianoche, sorteos y regalos para todos y a quienes se les manifestó que vivíamos la alegría de ser una verdadera familia y que Jesús había encontrado un lugar en medio nuestro.

26167237_10214142633151034_4632931892398269716_nAvanzada la hora, el Padre Marcelo (párroco) con su automóvil fue acercando a cada uno a sus domicilios, llevándose una “buena porción” de lo sobrado, para el almuerzo del día de Navidad.

El calor y el cansancio físico, por el trajín de tantos días ya surtían su efecto, pero en lo profundo del corazón un inmenso acción de gracias por haber sido simples instrumentos del Niño Jesús, pobre y humilde que vino a decirnos que Dios nos ama inmensamente y que espera nuestro amor, en aquellos más olvidados y desprotegidos de nuestra sociedad.

Luis B.

Solo pan y yo con poco dinero

Era el sábado antes de Navidad y había ido a un negocio a 20 cuadras de casa. Aprovechando que no tenía apuro volví caminando. En el trayecto vi a una familia sentada en la vereda y al señor, que después me di cuenta que cuidaba los autos de la cuadra, comiendo pan, pan solo.

Me dolió pensar que podía tener hambre y que solo tenía pan para comer. Me acordé que yo solo tenía en el bolsillo $ 45, por lo que no podía comprar nada ni para él, ni para su hijito de carca de 3 años, ni para su esposa.

Era todo mi capital en ese momento, así es que pensando que podía comprar veo a lo lejos, en la cuadra siguiente, un cartel de supermercado. Sentí un cierto “guiño” de parte de Dios para ayudarme en lo que quería hacer. Ahora sí, con la tarjeta, podía ayudarlos.

Así lo hice, les compre cosas para que pudiesen comer algo al menos en ese momento. Vuelvo a la caja, camino esa cuadra de regreso hacia ellos. Estaba la mujer y el hijito. Le digo que le dejo lo que había comprado para comer.

La mujer me pregunta si no tenía plata para comprarle al chiquito pañales. Les digo que no, que no tenía un peso cuando me acuerdo de los $ 45. Ella, sin que yo le pregunte nada, me dice “cuestan $ 37”. Le doy los $ 45, y le digo que los utilice sólo para los pañales del gordito. Me asegura que así lo hará.

Sigo mi camino y unos metros después me encuentro con el señor que estaba cuidando los autos y me saluda de una manera especial agradeciéndome el gesto.

Vuelvo a casa agradeciéndole a Dios que me dio la posibilidad de ayudar al menos en este momento, que es muy poco, a esta familia, o mejor, a Él en esta familia.

Marcelo N.

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