La República Democrática del Congo en encuentra en el centro de África. Tiene 60 millones de habitantes en un territorio que es 5 veces Francia. Es un país potencialmente muy rico, pero realmente muy pobre.

Después de una dictadura que duró más de treinta años, con consecuencias negativas en el plano económico, social y político, el país celebró las segundas elecciones democráticas.

Es una tierra habitada por personas que acogen con alegría el anuncio del Evangelio.

Cuenta Marisa, focolarina: “Estuve en una provincia muy lejana, cerca del Ecuador. El obispo, amigo del Movimiento de los Focolares, varias veces nos había invitado porque desde hacía treinta años nadie del focolar había podido volver debido a la lejanía. Después en el lugar, en otra diócesis cercana, donde pensábamos que había sólo una pequeña comunidad de 10 personas, la sorpresa: supe que desde hace muchos años hay una comunidad nuestra que vive del otro lado del río Congo.

A pesar de las distintas vicisitudes debidas a la guerra y a la partida de los misioneros, se ha mantenido unida. Con algunos de ellos atravesamos el río en piragua para ir a visitarlos. Descubrimos una comunidad muy activa que con gran fidelidad se reúne todas las semanas. Hacen muchas experiencias: por ejemplo, recorren kilómetros a pie para visitar a un enfermo o hacerse cargo de él, y hacen turnos con los otros de la comunidad, se hacen cargo de las viudas y de los huérfanos… Este testimonio atrae y convierte. Conocen la historia de Chiara Lubich que les contaron ya hace tiempo y que siguen pasando de boca en boca. Algunos recuerdan de forma vaga cómo empezó el Movimiento de los Focolares y cuando descubren en cuántos otros puntos de la tierra está difundido quedan encantados. Allí, como en tantos otros lugares, se hace la experiencia de que la Palabra vivida crea la comunidad, con conversiones radicales y experiencias de perdón y reconciliación. En los últimos años la comunidad ha crecido y hay varios jóvenes. En estos lugares es difícil mantener un contacto estable porque no hay ni siquiera teléfono. Entonces escribimos y tratamos de hacer llegar las cartas mediante personas que van porque tampoco hay correo.

Algo de historia. El ideal de la unidad de los Focolares llegó a la República Democrática del Congo en los años ’60 y, a pesar de la extensión del territorio, se difundió en casi todas las provincias, gracias a misioneros y misioneras, como el Padre Quintard en el Este, el Padre Enrico Casali en la Provincia Oriental, Sor Roseline en Kikwit, el Padre Giovanni Santolini en Kinshasa, el P. Angelo Pozzi en Lubumbashi, P. Arthur Duvernay de los Padres Scheut de Bélgica, y tantos otros. A partir de los años ’70 los focolarinos y focolarinas de Camerún y de Italia realizaron viajes frecuentes y desarrollaron escuelas de formación, las Mariápolis (congresos veraniegos), encuentros para familias y congresos para jóvenes.

En 1991 se abrió el primer focolar femenino en Kinshasa y en el 2004 el masculino. En el 2011 se inauguró el focolar femenino en Lubumbashi, como punto de irradiación del Movimiento en la provincia de Katanga.

Con el traslado de dos familias focolar, en Kikwit para la provincia de Bandundu, y en Goma para el Norte y Sudkivu, se pudo responder ulteriormente a la gran necesidad de seguir la gran familia de Chiara en esta vasta región. Una familia que, a pesar de las dificultades, siempre ha podido avanzar unida.

Hoy los miembros del Movimiento en Congo/RDC promueven muchas iniciativas, también sociales, para socorrer a quien está en necesidad extrema de alimentación y educación sobre todo los niños. Entre ellas, la obra social «Petit Flamme» que está presente en varios puntos del territorio y el Centro Médico “Moyi Mwa Ntongo”, que en idioma oficial significa “Alba de la mañana”. Todo un programa, que habla de un país en camino, ¡abierto a la esperanza!