La conciencia de que el Evangelio vivido, a la luz de la espiritualidad colectiva propuesta por Chiara Lubich, puede dar respuestas concretas a los desafíos sociales de cada lugar y tiempo, interpela a hombres y mujeres de buena voluntad a afrontar con perspectiva y competencia los problemas de la sociedad actual, para sanar las llagas y poner de relieve el potencial de los individuos y de las comunidades. La dimensión espiritual, por otra parte, nunca se ha separado de la dimensión social en la vida del Movimiento si ya en 1943 Chiara misma soñaba con «resolver el problema social de Trento» y con sus primeras compañeras recorría la ciudad para sanar las heridas materiales y espirituales de los sobrevivientes de las bombas y confortar a los que se habían quedado solos. Son numerosas las experiencias en este sentido realizadas siempre con la intervención extraordinaria de la Providencia.

El objetivo del Movimiento Humanidad Nueva, expresión social del Movimiento de los Focolares, es hacer que las personas, en su compromiso cotidiano y extraordinario, actúen la revolución evangélica que penetra en las estructuras, renovándolas y suscitando esperanza, confianza, optimismo. El Movimiento Humanidad Nueva surgió en 1968. Las “voluntarias” y los “voluntarios” de Dios son sus principales animadores: son mujeres y hombres comprometidos en primera fila a actuar las palabras del Evangelio en los más variados ámbitos sociales, culturales, económicos y políticos, para ofrecer respuestas concretas a los desafíos de la sociedad contemporánea. Humanidad Nueva salió a la vida pública, habiéndose consolidado y extendido, en 1983 con una manifestación en el Palaeur de Roma a la que asistieron más de 15 mil personas de los cinco continentes. Presentando a Juan Pablo II los frutos de la acción social del ideal de la unidad, Chiara describió así a los participantes: son personas que desean «dar testimonio,con la vida, en el mundo que les rodea y poner de relieve, con la claridad de los hechos, la formidable incidencia que el Evangelio tiene también en el aspecto más terreno de la vida, individual y social: es decir la aportación que la Palabra de Dios, puesta en práctica, es capaz de ofrecer a la construcción de la ciudad terrena ». Forman parte del Movimiento Humanidad Nueva personas de todos los credos y condiciones, gente que quiere cooperar a dar un alma a la sociedad contemporánea, contribuyendo a la renovación de personas y estructuras. Precisamente por esa aportación que el Evangelio da «a la construcción de la convivencia civil, reavivándola y transformándola con el espíritu de unidad en todos sus ámbitos», como se lee en el Art. 4 del Reglamento, las personas que pertenecen a este Movimiento, continúa el artículo, reconocen en todas las llagas y divisiones de la sociedad el grito del abandono de Jesús. Confiando en la promesa hecha por Él: “Donde dos o tres están unidos en mi nombre, allí estoy yo presente en medio de ellos”, trabajan unidos para responder con el amor a Su grito. Tratan de suscitar la reciprocidad hasta la unidad, contribuyendo con ideas y acciones a renovar relaciones, ambientes, estructuras, hasta llegar a influir en los aspectos políticos y legislativos. Consideran el canto del Magnificat como su “Carta Magna” y confían su acción a María Reina de los pueblos».

Humanidad Nueva, se lee en el Art. 3, «se articula en “mundos” que representan el conjunto de los varios ámbitos de la vida social, con todas las personas que pertenecen a ellos y las distintas categorías que en ellos operan». Por ejemplo forman parte del mundo de la sanidad médicos, enfermeros, enfermos; el mundo de la escuela incluye a los profesores, los conserjes, los padres y así sucesivamente en todos los otros ámbitos, desde la política a la economía, desde el derecho al arte. Uno de los últimos desarrollos se refiere a un camino dirigido de un modo más específico al ambiente urbano: el Proyecto Ciudad, con el cual se abre un camino de amplio diálogo con la sociedad civil, las asociaciones, las diversas formas de voluntariado y las instituciones, a través de las más variadas iniciativas, sociales, culturales, políticas. Un laboratorio de fraternidad, por tanto, dentro del cual redescubrir la belleza de pensar y trabajar juntos por un proyecto común, teniendo el valor de afrontar las grandes preguntas de la humanidad como el respeto de la persona en su totalidad, de la vida y del medio ambiente, pero también la paz, la justicia, para que la comunidad mundial sea más habitable y más bella.