Muchos han conocido las vicisitudes humanas del cardenal vietnamita François-Xavier Nguyên Van Thuân, quien estuvo en la cárcel por más de trece años. Muchos se sintieron alentados por su testimonio heroico de fe y experimentaron personalmente la caridad, forjada en el crisol de la prueba, de esta gran personalidad contemporánea.

Sólo después de 8 años de su desaparición, el 22 de octubre, se abrió para él el Proceso de Beatificación con la ceremonia oficial en San Juan de Letrán.

Nacido en 1928, en Vietnam, en el seno de una antigua familia de tradición cristiana, fue ordenado sacerdote en 1953, y ya en 964 se convirtió en rector del seminario de Hue. El 3 de abril de 1967, Pablo VI lo nombró primer obispo vietnamita de Nha Trang. Eligió como lema Gaudium et Spes porque deseaba ser un apóstol de la alegría y de la esperanza.

Un hombre de rica y profunda espiritualidad, halló gran inspiración para su vida personal y para su misión pastoral en el encuentro, en 1974, con Chiara Lubich y su espiritualidad de la unidad.

En 1975 fue arrestado y encarcelado por el gobierno comunista. Nunca lo procesaron ni condenaron. Transcurrió más de trece años en cárcel, de los cuales nueve en aislamiento.

Su elección de Jesús Crucificado y Abandonado, punto fundamental de la espiritualidad de la unidad, como Aquél a quien hay de imitar, le dio la fuerza para ser un testigo de la esperanza  y de la caridad, siempre, y en forma indescriptible durante los oscuros y largos años de prisión. Años después, en julio de 2001, ante 1300 sacerdotes reunidos en Castelgandolfo, afirmó que “el haber conocido a Chiara Lubich y su carisma de unidad, me salvó en aquellos largos años”.

Sus muchos escritos contienen verdaderas joyas de auténtica espiritualidad evangélica, ilustrados por innumerables experiencias que resplandecen como vía de santidad para cualquiera que encuentre este gran testigo de nuestro tiempo.

He aquí uno:

“Una noche, en la cárcel, desde lo más profundo de mi corazón, escuché una voz que me preguntaba: ‘¿Por qué te atormentas? Debes saber discernir entre Dios y las obras de Dios. Todo lo que has hecho y que todavía desearías hacer: visitas pastorales, formar seminaristas,  religiosas y a los demás miembros de las órdenes religiosas, construir escuelas, evangelizar a los no cristianos. Todo esto es un óptimo trabajo, es trabajo de Dios, ¡pero no es Dios! Si Él te pide que lo dejes todo y confíes cada cosa a sus manos, hazlo y confía en Él. Dios sabrá hacer las cosas infinitamente mejor que tú: confiará el trabajo a otros más capaces que tú. ¡Tienes que elegir a Dios y no su trabajo!’.Fue una luz que cambió totalmente mi forma de pensar.

Entonces cuando los comunistas me hicieron bajar a la bodega de un barco, la Hai-Phong, repleto, junto con otros 1500 prisioneros que eran transportados al Norte me dije: ‘Ésta es mi catedral, éste es el pueblo que Dios me confía para que yo lo cuide, he aquí mi misión: asegurar la presencia de Dios entre esta gente, entre estos miserables y desesperados hermanos míos. Es Su voluntad que yo esté aquí. Acepto Su Voluntad’. Desde ese momento una nueva paz llenó mi corazón y nunca más me abandonó en esos trece años”.

Autor de numerosos libros –algunos publicados por Ciudad Nueva- incansable predicador, testigo de una fe heroica y de caridad sin límites, Van Thuàn será recordado también por su gran compromiso en la reedición del compendio de la Doctrina Social de la Iglesia y por los últimos años de su vida gastados intensamente al frente del Consejo Pontifico de Justicia y Paz.

Comments are disabled.