Zenit: Nos acercamos a la Pascua. Mientras que en el mundo se respira un clima de miedo por la amenaza terrorista, ¿qué respuesta ofrece el misterio del Viernes Santo y de la Pascua de Resurrección?

«Cada día es un Viernes Santo. Al ver el telediario, ante la sucesión de asesinatos y atentados, ante esas imágenes inhumanas de violencia, ante el grito de esos sufrimientos, resuena el grito de abandono que lanzó Jesús al Padre en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”; su prueba más alta, las tinieblas más oscuras. Pero es un grito que no quedó sin respuesta. Jesús no se quedó en el abismo de aquel sufrimiento infinito, sino que, con un esfuerzo inmenso e inimaginable se volvió a abandonar al Padre, superando ese enorme dolor y reconduciendo así a los hombres al seno del Padre y al abrazo recíproco.

Sabemos cuáles son las causas más profundas del terrorismo: el resentimiento, el odio refrenado, los deseos de venganza incubados por pueblos oprimidos desde hace mucho porque los bienes no son compartidos, los derechos no son reconocidos. Lo que falta es la comunión, la capacidad de compartir, la solidaridad. Es urgente, por tanto, suscitar en el mundo, por doquier, espacios de fraternidad, esa
fraternidad reconquistada en la cruz.

Desde esa cruz, Jesús nos da la lección altísima, divina, heroica, sobre lo que es el Amor: un amor que no hace distinciones, sino que ama a todos; no busca recompensa, sino que siempre toma la iniciativa; sabe hacerse uno con el otro, sabe vivir en el otro; tiene una medida sin medida: sabe dar la vida. Este amor tiene una fuerza divina, puede desencadenar la revolución cristiana más poderosa que tiene que invadir no sólo el ámbito espiritual, sino también el humano, renovando cada una de sus expresiones: cultura, política, economía, ciencia, comunicación…

(…) el mandamiento que Jesús define como nuevo y suyo: “amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Cuando es vivido con radicalidad, genera la unidad y lleva consigo una consecuencia extraordinaria: el mismo Jesús, el Resucitado, se hace presente entre nosotros, como prometió “a dos o tres reunidos en su nombre”, que quiere decir en su amor, como dicen los Padres de la Iglesia.

Una página de los inicios del Movimiento constata la sorpresa de cuánto íbamos descubriendo: “¡La Unidad! ¡Se siente, se ve, se goza, pero… es inefable! Todos gozan de su presencia, todos sufren por su ausencia. Es paz, gozo, amor, ardor, clima de heroísmo, de plena generosidad. ¡Es Jesús entre nosotros!”. Y con él, es Pascua perenne.»

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