Los vendimiadores en Loppiano llegan de todas partes de Europa entre los meses de Septiembre y Octubre: son socios y amigos de la Factoríade todas las edades y condiciones, que cada año ofrecen gratuitamente algún día, al máximo dos semanas, para ayudar a los obreros en la cosecha de la uva.

¿Y cómo es posible que elijan usar una parte de la licencia para dedicarse a una actividad tal vez no tan agradable? Los ritmos son casi militares: el desayuno está marcado a las 7.30, luego a las 8.00 van a trabajar, a las 12 el almuerzo, y luego de vuelta en el campo hasta la noche. Llega el momento de descanso, del relax y, quien lo desea, va a la Misa al Santuario María Theotokos: para luego continuar con la cena y una velada junto con los demás  habitantes de la ciudadela.

Y sin embargo entre todos hay entusiasmo, gratitud, favorecido por  un transcurso del tiempo más acorde a la persona y por el contacto directo y constante con la naturaleza, los vendimiadores pueden respirar ese clima de fraternidad que existe cada día del año en la Factoría y en la ciudadela de Loppiano. Intercambiando historias y experiencias entre un sarmiento y otro, se ayudan en el trabajo y disfrutan momentos de gran alegría.

Ambrogio Panzieri, del norte de Italia, está seguro: “Desde hace mucho tiempo que no conocía momentos tan intensos en el aspecto humano y espiritual. Tenía la sensación de conocer estas personas  desde siempre, dispuestas  a estimularme y darme la fuerza de creer que también en casa habría podido llevar esa alegría, esa forma de donarse uno al otro”

Antonio Sottani, que desde hace 15 años está en la Factoría, resume así estos días: “Seguramente en la base está la generosidad de nuestros socios y amigos. Nosotros ofrecemos comida, alojamiento, pero sobre todo la posibilidad de vivir juntos, en el trabajo, una experiencia de reciprocidad. Sucede efectivamente que los vendimiadores, después de algún día, sienten la necesidad de dar un cambio a sus vidas, de retomar situaciones difíciles de la propia ciudad, de la familia, llevando amor allí donde éste no existe. Pero nosotros no hacemos nada especial, buscamos solamente querernos”.

Este “quererse” atrae a las personas y aparecen recursos inesperados. “Hay una experiencia que puede explicar lo concreta que es esta vida – dice Carlo Asolan, que se ocupa de la parte agrícola- Un grupo de jóvenes que venía de la República Checa vivió con nosotros algunos días de vendimia: cuando se iban dijeron que habían gastado todo el dinero que precisaban para volver a su País. La hacienda, por principios éticos, no trabaja “en negro”, de todos modos  sacamos de la caja  una cifra y se la dimos  a estos amigos, sabiendo que era una emergencia, pero confiados en que Dios se habría ocupado del problema, por algo lo llamamos el “Socio oculto”. Algunos días después, una señora recién llegada y que venía por primera vez a la vendimia, nos dio un sobre diciéndonos: “Lo tengo en el bolsillo desde hace algunos días y siento que debo darlo a ustedes”. Dentro estaba la misma cantidad que habíamos donado días antes”.

Muchas otras anécdotas podríamos contar, son hechos  que llegan hasta los límites más lejanos.  (fin del tercer capítulo….continuará…)

Autor:  Paolo Balduzzi

 

No comment

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *