Una velada de intercambio y testimonio, en el marco del trabajo sinodal sobre la nueva evangelización, entre 27 de los obispos participantes en el Sínodo y unos treinta laicos. La introdujo el presidente de la Conferencia Episcopal de Tailandia, el arzobispo de Bangkok Francis X. Kriengsak, moderador de los obispos amigos del Movimiento de los Focolares. “¡Nuestras palabras son escuchadas si son expresión de nuestra vida!, empezó diciendo. Por lo tanto autenticidad y coherencia en “hombres y mujeres que han hecho la experiencia de Dios, íconos vivos del amor de Dios para la gente”. ¿Dónde? En los lugares más comunes: el trabajo, la escuela, la sanidad, el deporte, la familia, el barrio, Internet.

Refiriéndose a su itinerario personal en una sociedad casi completamente budista, Mons. Kriengsak concluyó “pero no basta nuestro testimonio personal, aunque sea heroico”. Para que el Evangelio sea eficaz y convincente “es necesario dar origen a pequeñas células de vida evangélica, ser nosotros obispos parte viva de una comunidad alegre y atractiva”, “la Iglesia atrae cuando vive en comunión”.

Sobre los Movimientos eclesiales como “Palabras” que evangelizan intervino Anna Pelli, del Centro de Estudios del Movimiento de los Focolares y responsable ante éste del diálogo con las diversas realidades eclesiales. Presentó la Iglesia en su riqueza carismática, siguiendo la imagen inédita mediante la cual Chiara Lubich describe a la Iglesia como “un magnífico jardín en donde florecen todas las Palabras de Dios”: ahí “florece Jesús, Palabra de Dios, en todas sus más variadas manifestaciones”(1). A partir de allí la relación “de unidad y distinción” entre las varias espiritualidades, frutos “de la creatividad del Espíritu, dones suyos a la Iglesia de hoy para abrir nuevos caminos de comprensión y de actuación de la verdad infinita de Dios”. Y por ello la exigencia de actuar “con creciente plenitud de vida” la propia realidad específica, para hacer de la Iglesia “un Evangelio vivo”, “un pueblo evangelizador”.

Los obispos quisieron escuchar también la palabra de los laicos animados por la espiritualidad de comunión como la viven los Focolares, jóvenes y no, creyentes y no, comprometidos en el ámbito social y eclesial. Fue significativa la expresión de un científico ruso no creyente, referida por Franz Kronreif, de los Focolares: “Si un día me dijeras que ya no crees en Dios estaría triste por ti y por mí. Me sentiría más pobre”.

En la tarde se presentó una conclusión que expresó el arzobispo Francis Kriengsak: el mundo espera ver realizados “espacios del Resucitado”, lugares que le den “visibilidad a una humanidad forjada por el Evangelio, donde reina la comunión de los corazones y de los bienes”. “No se puede pensar que los obispos solos logren renovar la Iglesia. Es necesario que los laicos estén en primera fila”, comentó un prelado de Corea presente.

Después los participantes se trasladaron a la basílica de S. Bartolomé, en la isla Tiberina, y fueron acogidos cálidamente por la comunidad de San Egidio, para la celebración de la oración y un momento de convivencia enseguida después.

(1) C. Lubich, Escrito citado en «Nuova Umanità», 3-4(1997), p.389.

 A cargo de Victoria Gómez

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