Fueron 1.187 los participantes –provenientes de  17 países– del  Congreso de Familias Nuevas que se realizó en Castelgandolfo desde el 28 de febrero al 2 de marzo.

Se reservó un amplio espacio al tema de la pérdida del cónyuge, alternando con aportes de especialistas y experiencias de vida.

“Cuando sucede es un shock –explica el doctor Angelo Alessi, psicoterapeuta–, luego sigue la desesperación y después sobreviene la tristeza y la resignación. La aceptación de la pérdida marca el momento del recomienzo y de la esperanza; expresar y compartir el dolor con autenticidad y afectividad crea puentes de relación con la vida externa. Estos son algunos caminos a recorrer para no ser prisioneros de un sentimiento que bloquea la persona”.

“La falta de Cosimo para mi fue una prueba muy grande –confiesa Rosa–; me sentía vacía: me propuse realizar muchos actos de amor y experimenté una paz profunda. La fe en Dios amor me dio esperanza, me dio consuelo para poder consolar, me dio la seguridad de que no todo estaba terminado, sino que todo debía ir adelante”.

Afirma Chiara Lubich: “A través de Dios en quien (nuestros seres queridos) están, podemos continuar amándonos mutuamente, porque esa caridad que ellos tenían hacia nosotros permanece”, más aún, está “perfeccionada” y “no sufre oscilaciones”.

Es la experiencia vivida por Spirito, viudo de Ilde desde hace un año, que cuenta: “Mi coloquio con ella sigue y acompaña mis jornadas más que antes. Ahora ella ya llegó. En esta parte del viaje que me queda, Ilde está conmigo, en espera de reencontrarnos en la misma realidad”

Tiziana, viuda desde hace seis años, habla de ese “profundo coloquio con Teresio que no se interrumpió después de la muerte sino que continúa entre tierra y cielo y me hace experimentar, ahora como antes, esa paz que solo la unión con Dios regala”, y que puede convertirse en un don precioso: “Siento que mi vida debe continuar en el compromiso de amar a cada hermano que encuentro en mi jornada, en el trabajo, en la familia con mis hijos pues soy para ellos madre y padre”.

Matteo, hijo de Tiziana, que cuando murió el papá tenía 16 años, cuenta a una platea conmovida el recorrido que pasó desde la rabia y el despojo interior al querer  colmar el gran vacío a través de gestos de ayuda y actividades en las que tenía que compartir algo: “Más ayudaba a alguien, más sentía que papá estaba cerca de mí y tenía una gran paz dentro… A veces me pregunto, si papá no se  hubiese ido tal vez nunca habría vivido estas experiencias”.

Más allá del dolor inmenso y de la soledad que el luto proporciona, los vínculos de amor permanecen y pueden fructificar como signo de esperanza: es el mensaje que brota de este momento de profundización.

1 Comment

  • Hace cuatro años mi marido también falleció. He sentido todos esos sentimientos: la soledad, la rabia, el dolor y me preguntaba si es que yo no era capaz de ver el Amor de Dios en estas circunstancia. Poco a poco fui rindiéndome a la Voluntad de Dios y empecé a sentir la paz y solo dándome a mis hijos, a mis nietos y empeñarme en el Movimiento, he empezado a caminar en esta nueva vida, sin su presencia física, pero siento que sigue más cerca de nosotros de lo que podemos imaginar.¡Lo único que no muere es el Amor! GRACIAS

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