La Plata es la capital de la provincia de Buenos Aires, a sólo 54 kilómetros de la Capital Federal. Tiene 750.000 habitantes. Entre el 2 y el 3 de abril pasado cayeron 400 milímetros de agua provocando una inundación masiva y nunca vista. Más de la mitad de la ciudad bajo agua. En algunos lugares llegó a superar los 2 metros. Un día antes había sucedido algo similar (aún si de menor proporciones) en la Capital Federal y algunas ciudades aledañas. El saldo de 59 muertes (6 en la Capital Federal, 2 en el conurbano y 51 en La Plata) hasta el momento es escalofriante y el panorama desolador. No obstante, la solidaridad una vez más dijo presente ante la imperiosa necesidad de los damnificados.

En ese contexto, la voz y el accionar de la gente se ha oído y se ha visto como nunca… o como siempre que ocurren este tipo de tragedias. A través de Cáritas, Red Solidaria, la Cruz Roja, diversas ONG, clubes barriales, parroquias, etc., se han armado a gran velocidad más de 500 puntos de recolección de todo tipo de elementos imprescindibles para este momento: ropa, colchones, agua mineral, lavandina, pañales, comida, frazadas, etc. El sábado 6 había más de 400 metros de cola para dejar sus donaciones frente a la Catedral de Buenos Aires desde donde partían camiones repletos (ese día fueron 19) hacia las parroquias de los lugares más afectados.

A estos hechos masivos y visibles para toda la sociedad, se suma la larga cadena de gestos pequeños o grandes que se van conociendo y que han acontecido durante y después de las inundaciones. Personas que han dado la vida (en muchos casos literalmente) para salvar a otras, gente que llama para ofrecer sus manos y su tiempo para colaborar con quien sea y donde sea, todos “a la orden” para lo que se necesite.

Una tragedia que no discriminó entre barrios más acomodados y sectores muy humildes. Los jóvenes, incansables, son quienes están al frente en el trabajo solidario de clasificar las donaciones, distribuirlas, ayudar a limpiar las casas, recolectar las toneladas y toneladas de basura que se van acumulando en las calles.

Las redes sociales una vez más fueron vehículo para la comunicación inmediata. Por ejemplo en Facebook “Focolares La Plata”, desde el primer momento fueron poniendo necesidades, noticias sobre cada uno de los miembros de la comunidad: quien tenía la casa inundada, quien ponía su casa a disposición, quien se ofrece a llevar los chicos a la escuela (ya que a muchos se les inundó el auto)… una verdadera corriente de solidaridad y amor recíproco.

El Papa Francisco se comunicó telefónicamente con el gobernador provincial y envió enseguida una ayuda de 50 mil dólares.

Son muestras de la solidaridad que corre por las venas cuando se ve sufrir al otro. Esa solidaridad que no se cansa y que a otros descansa, sobre todo cuando ocurren tragedias que parecen haber barrido con todo. Habrá que estar atentos a las necesidades de los más pobres cuando pase este momento de fuerte compromiso de toda la población.

Más información: Revista Cn

de Carlos Mana, desde Argentina

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