Mario trabaja desde hace años en una empresa que contrató, sobre todo en los últimos tiempos, a muchos bengalíes. Cuenta: “Al principio no fue fácil, pero después las cosas empezaron a salir mejor: ellos se comprometieron a aprender bien el oficio y se les ayudó cuando el idioma era motivo de dificultades. Bueno, un poco de desconfianza siempre había, sobre todo en nuestra sección”. Mario no habla mucho, pero observa con atención a las personas y siempre logra entender lo que están pensando, capta sus dificultades, escucha con interés y por esto es muy querido por los compañeros de trabajo.
Un día una novedad que concierne a un compañero de trabajo, deja turbado a Mario y se lo comenta a Silvia, su esposa: «Durante sus vacaciones Hossain debe volver a Bangladesh y pidió si alguno lo podía llevar al aeropuerto, pagando por el servicio. Supieses cuántas protestas en la fábrica: los demás lo criticaron por pedir esto y empezaron a decir: ‘que se las arregle sólo’, que ‘¿por qué tendrían que perder un día de vacaciones para hacerle este favor?’». Mario titubea y tose un poco mientras que Silvia, que está atareada con los platos y los vasos, que tintinean alegres entre la mesa y el aparador. «Ve tú al aeropuerto, si te parece», le aconseja. «Si estuvieses tú en necesidad, estarías contento de encontrar a alguien disponible, ¿verdad?». «Sí, lo había pensado –responde Mario-. Es un viaje un poco largo, pero no quiero que me pague los gastos». Y Silva: «Haces bien, y no te fijes en las críticas de los demás».
Llega el día establecido. Todos saludan a Hossain con una cierta euforia y bromean: «No te fíes de éste – dice uno- ¡no se sabe nunca dónde te lleva!». «Pero, dejá…- aclara otro- tú no querías acompañarlo y Mario sí, en él yo confiaría seguro!» Mario lo acompaña durante más de los 200 km previstos y a Hossain, que quiere retribuirle por el tiempo y por el uso del auto, le responde: «No quiero nada, te acompañé con gusto y te deseo buen viaje. Sé que será trabajoso, pero te encantará ver a tus hijos y a tu gente!»
Se nota que Hossain está emocionado, ¡no se esperaba este gesto de generosidad! Un saludo rápido y después los trámites de embarque. Mario comienza su viaje de regreso. Transcurre casi un mes. Un mes tranquilo, en el cual a menudo se habla de Hossain y de su regreso. «¿Cómo volverá?», se preguntan en la familia. El regreso es más seguro, informa Mario, porque otros compatriotas lo van a acompañar a su casa. Cuando Hossain vuelve a la fábrica, Mario no ve la hora encontrarlo para escuchar las historias de su viaje al otro lado del mundo, tan lejos y sin embargo tan cerca. El compartir la fatiga cotidiana, hombro a hombro, le permite compartir también el esfuerzo emocional del compañero, que ha tendio que dejar y re encontrar los propios familiares».
No debe esperar mucho, y cuando lo encuentra lo ve emocionado y feliz. Le cuenta del viaje, de cuánto han crecido sus hijos, de la fiesta con los parientes… Luego desenrolla delante del italiano una gran alfombra muy colorida que sobrevoló los continentes. Mario lo observa curioso y no se imagina lo que oye: « Es una alfombra para ti». Mario abre grande los ojos y piensa en la sorpresa que se llevará Silvia: ¡Un regalo así nunca lo ha recibido! Parecía la alfombra voladora de los cuentos que escuchaba cuando era niño, cuando soñaba que volaba en la alfombra mágica por países lejanos; se refriega los ojos, le parece que está soñando y en cambio la alfombra de Hossain está allí, para decirle gracias y sellar una amistad con sabor a fábula.
Por Annamaria Gatti
Fuente Città Nuova online: http://www.cittanuova.it/c/423481/Un_tappeto_da_lontano.html
Il vangelo non si smentisce mai: date e vi sarà dato…in misura abbondante! Grazie anche ad A.Gatti per aver saputo trasmettere le emozioni della storia con linguaggio coinvolgente.