El guayabo

En el frente de mi casa, desde hace años, crece un guayabo, pero nunca había logrado probar una fruta madura porque, apenas aparecían, alguien sacudía el árbol, y se caían al suelo sin lograr madurar. ¡Esto me molestaba bastante!

Había otra situación que me fastidiaba mucho: desde hace algunos años  me comprometí a darle algo  de comer a los niños de la calle que tocan el timbre en mi casa. Les ofrezco la comida en platos descartables que ellos luego dejan tirados, con los restos, en la vereda, en mi auto o en los alrededores del vecindario.

Un día, después de haberles dado la cena, me acordé de las palabras del Evangelio “toda le ley se cumple en esta única palabra: Ama a tu prójimo como a ti mismo (Gálatas 5, 14)”, y pensé: “¿Cómo es posible que hayan pasado tantos años dándole de comer a estos muchachos y ni siquiera conozco sus nombres?”. Entonces fui a buscarlos y comencé un diálogo con ellos: les pregunté sus nombres, demostrando interés por sus preocupaciones: ellos me confiaron los graves problemas que sus familias deben enfrentar cada día. Después de haberlos escuchado me sentí mejor y creo que también ellos percibieron mi interés genuino. Ahora los muchachos no tiran más  los restos en la calle, luego de haber comido, sino que los tiran en el bidón de la basura.

Y volviendo a mi amado árbol de guayabas, nadie más lo sacude y ahora hay muchos frutos maduros que logro distribuir entre mis vecinos y amigos. El milagro del amor recíproco nos envuelve a todos y ¡es una bendición para cada persona! (S. D. – Honduras)

Era clandestino *

Le di empleo a Dominic, de Marruecos, que desde hace cuatro años estaba como clandestino en Italia. Este trabajo le permitía estar en el país y tener su documentación legal. En espera de encontrar una residencia definitiva, decidimos, de acuerdo con mis hijos, que viniese temporalmente a vivir con nosotros. Su presencia en casa nos abrió horizontes nuevos. Nos contó de su gente, de sus tradiciones, de su casa, de las praderas, de sus caballos…. También hablamos de Alá y de todo lo bueno y justo que une a todos los hombres. Es verdad que el conocimiento profundo, la acogida sincera derriban muros seculares de temores y prejuicios. (C.A. Italia)

El cumpleaños *

Para festejar el cumpleaños de nuestra hija invitamos algunas de sus amiguitas. Dada nuestra situación económica, no pudiendo regalarle nada, llenamos una canasta con caramelos y juguetes. Yo había preparado dos tortas y sus hermanos globos de colores y guirnaldas. Terminada la fiesta, sobró una de las tortas, la más linda. Yendo a dormir, Mabelén estaba un poco triste: el día antes había sido el cumpleaños de una niña de su misma edad, que no había podido festejar. Cuando le propuse llevarle la torta que nos había sobrado, su cara se iluminó: “No sólo la torta, también los globos y las guirnaldas!” Estaba contentísima porque también su amiga Consuelo pudo festejar como ella. (D.Y.-Argentina)

(*) El Evangelio del día, Ed. Città Nuova, agosto 2013.

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