«En el nombre de Dios clemente y misericordioso: que el sufrimiento sea olvidado, que la felicidad y la paz reinen en los 4 ángulos del mundo; que los corazones de todos los hombres estén unidos, que el amor arda en sus corazones y que la unidad los reúna en una  sola estela de luz. Dios, haz que el fuego de la guerra sean un vago recuerdo. Dios, en tu infinita clemencia y misericordia, ayúdanos a ser más pacientes, y haz de nosotros instrumentos de amor y de paz. Alabado sea Dios. Sólo en Él existe la potencia y la fuerza». Así reza Naim, un joven musulmán de Argelia.

Hacía exactamente un año desde que, durante un encuentro de ellos mismos, resurgía la necesidad de fortalecerse en la oración. Hace un año estaban apremiados porque tenían delante el  conflicto en Siria, y en aquella oportunidad se lanzó  el Time Out por la paz. Y también hoy estos jóvenes repiten su sí. Desean ser instrumentos de paz en sus ambientes. Son jóvenes que provienen de África Central al Líbano y Argelia, del Salvador a la Argentina, y éstas  son sólo algunas de las naciones de procedencia.

Desde el 19 al 22 de diciembre intercambiaron experiencias como por ejemplo la de un joven budista, que después del encuentro con los gen sintió el impulso de profundizar en el conocimiento de su religión y decidió pasar un año en un monasterio para realizar una experiencia de convivencia con los monjes. O la de aquéllos que se preguntan sobre sus elecciones para el futuro, como tener el coraje de construir una familia, o enfrentarse con el mundo laboral. Pero el testimonio más fuerte lo dio el Medio Oriente – con representantes del Líbano y de Argelia – que subrayaron la esperanza que no muere, inclusive cuando en el horizonte el cielo no se abre.

Y para todos, entre ellos muchos de varias naciones europeas,  María Voce lanza la invitación a “salir afuera”. Se dirige con fuerza a los jóvenes presentes: «¿Hay gen que están en la universidad? ¿Están en el lugar donde hay otros jóvenes? ¿O están siempre entre ellos? ¿Hacen algo por los demás? El Papa dice repetidamente que hay que salir, salir de las sacristías, salir del propio recinto, no apoyarse en las seguridades. No debemos decir “hicimos siempre así, vamos adelante así”».

¿Qué hacer? María Voce insiste: «Arriesgar algo, tener el coraje de abrirse a lo nuevo, tener la fuerza de enfrentar alguna iniciativa audaz, extrema, para intentar recorrer nuevos caminos, para construir nuevas relaciones con la humanidad». «Y, abriéndose, llevar aquello que puede ser el don característico, la alegría de los que siguen a Jesús, alegría que es fruto de su presencia, porque Él lo dijo, donde dos o más están reunidos en su nombre »

El lema del Congreso de los jóvenes fue “Por esto los reconocerán…”, cita del Evangelio que continúa con: “Si tienen amor unos por los otros” [Jn. 13.35].

«Queremos dar toda nuestra fuerza para construir la fraternidad junto con todos» – ésta es la primera manifestación del entusiasmo de los jóvenes.

Francesco, un joven italiano, cuenta un pequeño hecho. «Un auto golpeó por atrás mi coche en el mismo lugar donde ya había recibido un golpe. Habría podido hacer la ‘picardía’ de no decir nada y exigir que me reembolsara el dinero. Por el contrario, bajé del auto, tranquilicé al descuidado señor  que me había golpeado, y le dije la verdad (que ya tenía un choque en el mismo lugar). ¿Fui tonto  al haber actuado así? Tal vez, pero en cambio sentí la alegría de haber actuado rectamente y con misericordia»

«Me impresionó la sinceridad que demostró María Voce al hablarnos, nos habló con el corazón en la mano- dice Tomaso, otro joven italiano. Nos fuimos con la sangre que nos hervía dentro” – concluye-, como decía Chiara en un video a los gen de los años ’70. Estamos más decididos que nunca a llevar a todos el fuego del Evangelio vivido, “la revolución más grande”, la que no pasa».

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