Ozieri, pequeña ciudad de Cerdeña ubicada cerca de Sassari. Un grupo de personas del Movimiento de los Focolares comprometidas en la parroquia, se preguntan qué hacer juntas para conjugar los talentos recibidos y donarlos a los menos favorecidos. Conocen las actividades de la AMU (Acción por un mundo unido) – ONG de los Focolares comprometida en ayudar a las personas necesitadas del tercer mundo – y deciden invertir su tiempo y fuerzas para colaborar también ellos en la ayuda a estas personas.

La iniciativa nació hace cuatro años y no han faltado las vicisitudes: “El pequeño departamento que habíamos recibido y amoblado con el aporte de muchos, con armonía y buen gusto para hacer nacer un taller de costura y artesanía –cuenta Egidia, una de las fundadoras- nos lo pidió de vuelta el párroco para un sacerdote ugandés que estaba de paso. Parecía que todo se frenaba pero algunos meses después nos concedieron una linda sala en el conjunto parroquial”. Mientras tanto, el grupo se había disgregado y ¡había que empezar de nuevo! Después de bastante tiempo el trabajo se reinicia.

Llegan mujeres de distintas asociaciones y Movimientos; también algunas que no frecuentan la Iglesia. Están llenas de entusiasmo y traen de todo: tela, hilo, lana, algodón, dos máquinas de coser e incluso una máquina de tejer.

El taller se equipa: “Somos unas treinta que trabajamos con fervor y amor –prosigue Anna María-, tratando de construir relaciones positivas entre todos. Decidimos que, a través de los proyectos de la AMU, las ganancias se destinen a Uganda”.

También el párroco se involucra y a la población se le informa a través del periódico diocesano. El grupo participa en ferias para vender las confecciones.

“El año pasado –recuerda Egidia-, mientras pensábamos hacer una venta para Navidad, nos enteramos de que la organización de la Feria del dulce (que es una fiesta tradicional en el pueblo y cuya ganancia es para las misiones), tenía dificultades. De común acuerdo ofrecimos nuestra colaboración. El taller se convirtió en un stand de exposición. Fue un éxito. Pero lo interesante es que esta iniciativa nos permitió encontrarnos con otros, que se vieron involucrados en la atmósfera feliz y armoniosa que reina entre nosotros”.

“Por eso –agrega Anna María- decidimos llamar al taller “Laboramor” porque expresa nuestro deseo de vivir el “arte de amar”. De hecho, el objetivo no es sólo la solidaridad con los ugandeses, sino que empezamos por nosotros mismos, creando nuevas relaciones. Nos comunicamos las dificultades, los pasos dados para superar situaciones difíciles en la familia o en el trabajo. Sentimos que somos una familia y nos ayudamos en muchas pequeñas y grandes cosas. Nosotros confiamos todo a Dios, convencidas de que El seguirá ayudándonos a llevar adelante esta bella aventura en la que nos hizo entrar”.

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