«Giorgio y yo nos casamos después de tres años de noviazgo durante los cuales nuestra unión creció cada día más. Por esto, juntos, pensamos formar una familia.

Después de algunos años nació una hermosa niña, que tenía una pequeña malformación cardíaca. A pesar de todo estaba feliz; sentía que este nacimiento nos había unido más. Pero pasado apenas un año, mientras estábamos en el hospital para un control de rutina, nuestra niña de improviso falleció. Fue un momento horrible. Sólo veía la oscuridad, estaba enojada con Dios que me había quitado lo que más amaba. Fue mi marido el que me sostuvo. Sin su amor no hubiera podido salir adelante.

Después de un año, nació Sofía y nosotros estábamos nuevamente felices. Poco después  decidimos adoptar a un niño. Mientras iban pasando los años, me daba cuenta de que Giorgio, mi marido, no estaba sereno; se dedicaba poco a los hijos. Se notaba que los quería mucho, pero dejaba que yo tomara las decisiones sobre sus vidas. En determinado momento, decidió dejar su trabajo y emprender  nuevas actividades. Comenzamos a frecuentar a otras personas que por lo general eran solteras, les gustaba viajar por el mundo, acostarse tarde.

(C) Caris Mendes CSCAl principio traté de acompañar con amor a mi marido en este nuevo estilo de vida, pero luego comprendí que no tenía nada en común con ellos y así, poco a poco, nuestra vida en común fue tomando caminos distintos. Sabía que mi marido nos quería mucho a mí y a nuestros hijos, sin embargo estaba inquieto, se lo veía en búsqueda de algo. Pensé que tal vez como pareja, teníamos necesidad de ayuda, pero él no quiso saber nada; decía que no existían problemas. Mientras tanto sus negocios marchaban mal, también porque lo rodeaban personas sin escrúpulos.

Un día decidió irse porque “no quería más ser padre”, porque aunque nos quería mucho, tenía necesidad de reencontrarse a sí mismo. Yo no podía creer que después de tantos años vividos juntos, todo terminase así.

No lograba pensar en nada, me sentía desesperada. El dolor más grande era el sentimiento de fracaso que tenía y me sentía culpable. Fue un periodo duro. Durante el día trataba de ser fuerte por mis hijos que tenían 11 y 14 años, pero de noche, todo el dolor salía aflote y me hacía mil preguntas. Y ahora, ¿cómo haré? ¿Lograré que mis hijos crezcan bien en un momento tan delicado de sus vidas? Trataba de que ellos sintieran que yo estaba presente y de que el papá los quería mucho, aunque raramente llamaba.

Yo no salía más con los amigos; todos tenían una familia, yo estaba sola. Lo único que me ayudaba a ir adelante era el amor hacia mis hijos; nuestra relación creció y se hizo más profunda. También mis familiares estaban cerca mío, aunque después de poco tiempo, comenzaron a decirme que debía rehacer mi vida, que yo era todavía joven. Pero para mí, el matrimonio era todavía un sacramento, aunque mi marido no estuviera más.

(C) Caris Mendes CSCMás adelante alguien me invitó a participar en un encuentro para separados organizado por el Movimiento de los Focolares. Allí, entre tantas personas que tenían en común el mismo dolor, me sentí amada y aceptada por lo que era. Nuestra amistad vinculada a un camino de fe vivido juntos, me ayudó a superar el sentimiento de fracaso. Probé que el amor es más grande que el dolor; comprendí que yo soy todavía signo del sacramento y cuando recibo la Eucaristía, siento que Jesús me dice: ¡yo no te abandonaré jamás! Esto me da la fuerza cada día para permanecer fiel al sí para siempre pronunciado el día del casamiento, aunque esté separada civilmente. Sé que no estoy sola, porque Dios está conmigo, y me ayuda a ver mi vida como Él la ve: con todo su amor y su misericordia».

4 Comments

  • Me parece un gran testimonio. Felicito a quien escribe. De cualquier modo hay que estar atentos, al sínodo de obispos de octubre pxmo.que tratarán estos temas, con visión pastoral. Se analizarán el régimen de nulidades que en fuero eclesiástico es más amplio que en fuero civil. En cualquier caso, valdrá siempre el testimonio y abnegación de los padres, como en este caso.

  • Pienso que lo mas importante es ver lo que Dios quiere de todo, y mas allá de la.situación.social tenemos la.posibilidad de abrirnos a algo.muy grande y tener un.corazón.abierto que transforme nuestras vidas. El precio que pagamos algunos es quizá elevado pero podemos.ganar mucho y decir.gracias por todo lo.que viví.

  • Me siento muy identificada con esta experiencia, gracias por compartirla, me parecía tan natural vivir así, que el leerla me hace darle un dimensión distinta, y sintiendo el permanente abrazo y sosten de parte de Dios, gracias.

  • Bellisima experiencia, muchas gracias por compartirla y estoy completamente de acuerdo, pues yo hace siete años estoy divorciada y realmente estoy segura que no estoy sola Jesús abandonado ha sido mi esposo fiel

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *