Sudeste europeo, un mosaico de pueblos. Serbia es un país que tiene una población mayoritariamente ortodoxa aunque existen todavía algunas aldeas católicas, sobre todo cerca de la frontera con Hungría. Allí  conviven los serbios y algunos pueblos de origen magiar, aunque también hay algunas minorías de gitanos y rutenos.

El Padre Nagy Jozsef conoció la espiritualidad de la unidad en 1978. Cuando le confiaron las parroquias de Szenta y de Gornji Breg (en la frontera con Hungría), comenzó su ministerio tratando de vivir el Evangelio y ayudando a los demás a vivirlo.

Su testimonio: «Después de la caída del comunismo y durante la guerra de los Balcanes, creció la desocupación y la crisis económica. Todas las fábricas cerraron. La gente era cada vez más pobre. . Debido a la desnutrición, un gran número de niños abandonaba la escuela:  ¡no comían durante 2-3 días! Al principio los maestros llevaban algo de su casa, pero luego ni siquiera ellos tenían que comer. La las personas de la municipalidad se dirigieron a mí. Fue así se desarrolló la Cáritas. Primero ofrecía una comida caliente para 50 niños, pero pronto llegaron a ser el doble. Luego, se sumaron también los adultos.

Desde hace 20 años está funcionando una cocina popular que proporciona una comida caliente de lunes a viernes a 520 personas. Se distribuye en tres escuelas para niños necesitados, también en en el hogar diurno de ancianos y a quienes están solos y enfermos. Esta cocina se sostiene únicamente con la “providencia”.  Dios interviene a través de la generosidad de muchos. Las dificultades no faltan. Varias veces hemos estado a punto de tenerla que cerrar, pero el rostro de Jesús Abandonado que grita en estas personas, nos da siempre ánimo nuevo para continuar, creyendo en el Amor de Dios».

Las personas involucradas en esta experiencia evangélica son cada vez más. Se comunican las experiencias, comparten alegrías y dificultades. Varga Jozsef, diácono permanente, casado, padre de cuatro hijos, cuenta: «Constatamos que nuestro grupo está presente en muchas actividades de ambas parroquias, llevando el espíritu de la unidad. Esto se experimenta sobre todo cuando se logran tomar decisiones unánimes. Alguno de los nuestros está en el consejo pastoral, otro es catequista o está en la oficina parroquial. Otros se ocupan de la iglesia, del cementerio, de las obras de caridad. Alguno trabaja como chofer, otro es el proveedor responsable del comedor popular. Otros ayudan en la distribución de las comidas».

Eva es enfermera, responsable de la asistencia domiciliaria de casi 100 personas mayores y enfermas: «Trato de organizar el trabajo –cuenta- manteniendo una buena relación ya sea con los colegas como con los enfermos y me ayuda mucho la Palabra de vida. Las personas que visito son muchas y el tiempo es siempre poco. A menudo tengo la tentación de acelerar el trabajo y terminar rápido, pero descubro que para estas personas es importante ser escuchadas y consoladas.  La conciencia de que detrás mio está nuestra comunidad me sostiene y me da fuerza»

El Padre Nagy concluye: «Estas experiencias nos hacen sentir la fuerza que posee la comunidad parroquial dado que continuamente tratamos de renovarnos viviendo el amor mutuo. Constatamos que cuando Jesús está presente es de Él que emana la Luz para nuestras periferias».

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