Spirito Santo«El Espíritu Santo es el tema que hoy quisiera volver a tratar, para que, conociendo cada vez más a este “Dios desconocido”, le amemos, le honremos y le obedezcamos.

Es increíble lo que el Espíritu Santo realiza: miren a los apóstoles. La Iglesia había sido fundada por Jesús en la cruz, pero en realidad ellos estaban sin palabras, tímidos, asustados, encerrados en casa.

Desciende el Espíritu Santo y helos ahí con un valor inmenso por las calles y plazas hablando con un fuego tal, que parecían ebrios. Afrontan intrépidos todas las persecuciones y se lanzan por el mundo.
Éste es un ejemplo, si bien de extraordinaria magnitud, de lo que realiza este Espíritu divino. Por no hablar de todo lo que ha sucedido bajo su impulso durante 20 siglos de vida de la Iglesia: milagros de luz, de gracia, de transformación, de renovación. Pensemos en los Concilios, pensemos también en los distintos Movimientos espirituales que siempre suscitó en el momento oportuno.
Y fijándonos concretamente en el nuestro, guardando las debidas proporciones, sucedió algo similar, cuando este Espíritu divino nos revistió con el don de su carisma.

¿Qué horizonte tenía nuestra vida, antes de que eso sucediera, sino el de personas que no veían más allá de su propio barrio, con pensamientos y afectos limitados casi exclusivamente al ambiente de la propia familia, preocupados únicamente por alcanzar la meta de una profesión, o poseer un automóvil, una casa…
Y, ¿qué ocurrió dentro de nosotros cuando el Espíritu Santo se manifestó con este Ideal espléndido?
¿Acaso no nos ha impulsado a salir del círculo de nosotros mismos para pensar en el prójimo, en los demás, dándonos la esperanza y, a menudo, la evidencia de que con su ayuda muchos problemas que angustian al mundo se pueden resolver?

¿No nos ha infundido quizás el valor de hablar a las multitudes, como jamás hubiésemos podido suponer?
¿No nos dio también a nosotros la fuerza de dejar espiritualmente, y con frecuencia concretamente, no digo nuestro barrio, sino nuestra patria, nuestro continente, para llevar el fuego de su amor a las regiones más distantes de la tierra? ¿Y no nos dio acaso la fuerza para afrontar, día tras día, incomodidades, dificultades y contrariedades, a menudo con el corazón lleno de alegría?

Es porque Él nos impulsó a actuar así por lo que hemos comprobado frecuentemente la extraordinaria providencia del Padre, por lo que hemos podido recoger el fruto de nuestras fatigas y ver formarse una inmensa familia que cubre el mundo.

Si poco o mucho se ha renovado alrededor de nosotros, ¿acaso no es por obra del Espíritu Santo que sabe renovar la faz de la tierra? Sí, ha sido Él. Es misión suya mover e impulsar todas las cosas, hacer trabajar la gracia, la vida divina que Jesús nos procuró. Es característica suya infundir fuerza y ánimo.  Y si es así, si le debemos tanto, tenemos que dejar más espacio al Espíritu Santo en nuestra vida espiritual.

Hemos visto que Él está presente en nuestra alma. Nosotros somos sus templos somos templos del Espíritu Santo. Hemos visto, por lo tanto, que cada uno de nosotros debe escuchar su voz que habla en nuestro interior.

Él está presente también en el alma de cada hermano nuestro. También él es templo del Espíritu Santo, o está destinado a serlo.  Si es así, ¿no les parece éste un nuevo motivo para amar aún más y mejor a cada prójimo?  Si ante un tabernáculo con Jesús Eucaristía se tiene el debido respeto, delante de todos nuestros hermanos, tabernáculos del Espíritu Santo, no podemos dejar de comportarnos en consecuencia.

Que éste sea, por lo tanto, el pensamiento que ilumina nuestro próximo camino: “Honremos al Espíritu Santo amando, respetando y sirviendo a cada prójimo nuestro”.

Chiara Lubich

Versión publicada en La vida un viaje, Ciudad Nueva, Madrid 1994, páginas 127-129.

Centro Chiara Lubich

No comment

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *