20150513CentroAveSculturaMaria«La Iglesia universal, cuando llega a María, canta. En medio de la mediocridad y del aburrimiento, aparece su nombre y la atmósfera se aclara, un sinnúmero de luces se encienden. Ella es el sol en el que Dios puso su habitación». Así escribió Igino Giordani (en María modelo perfecto, Città Nuova, Roma, 2012) y también él canta con la Iglesia, ubicándose entre los numerosos artistas, teólogos, santos, quienes, casi compitiendo entre ellos, ilustraron las virtudes de la Madre de Dios, su belleza, la grandeza de su función en la economía de la redención.

En el libro mencionado se concluye una trayectoria: el camino recorrido por Giordani en la comprensión del misterio de María, en su actitud de vida hacia ella.

Giordani ya había escrito sobre ella repetidas veces en artículos y en numerosas páginas de sus libros. Ya le había dedicado un volumen: María de Nazaret, de 1944. Pero hasta ese momento, el tema siempre había sido contemplar, alabar, invocar a María.

En María modelo perfecto aparece una diferencia, que refleja totalmente el salto de madurez que había dado: ahora el tema es, sí, contemplar, pero sobre todo imitar a María.

La relación intelectual y de vida de Giordani con la Madre de Jesús adquiere una dimensión más profunda en 1948, a partir de su encuentro con Chiara Lubich y con el movimiento al que ella dio vida, conocido como Movimiento de los Focolares, pero cuyo nombre verdadero es Obra de María.

Desde sus inicios, la experiencia de Chiara y de las personas que han entrado en co­munión con ella – experiencia centrada en la Palabra y de manera especial en la oración de Jesús por la unidad – tuvo un «sello mariano». Esto se aclara y se desarrolla por etapas sucesivas. A saber, entre otras: la total disponibilidad en hacer germinar la presencia de Ma­ría en la vida espiritual, personal y comunitaria; el compromiso de repetir su vida, en la medida de lo posible, recorriendo su camino – la Via Mariae – tal como éste se manifiesta en los Evangelios; una especialísima elección de ella como madre.

Estas realidades impregnan el discurso de Giordani. Él lo desarrolla enriqueciéndolo con su cultura teológica y literaria y con ese ardor característico que lo convierte en testigo sin­gular de amor entusiasta a la Madre de Dios.

«María encarna la fuerza, porque encarna el amor, y el amor es más fuerte que la muerte. Sólo en él la desesperación del mundo se disuelve en nueva vida, desde este calvario en el que la culpa universal nos une a todos. (…) Poesía, ciencia, sabiduría, amor, se condensan en María, que es el refugio en la desolación, es la estrella en la tempestad, es la belleza en el horror; ella marca el camino para llegar al Hijo, de la misma manera como Él llega a nosotros más amorosamente a través de ella. No estamos solos porque está la madre. Es suficiente encender su nombre en la noche del desierto. (…) Cada santo, cada cristiano consciente, está en la cruz, como Cristo, pero teniendo a su lado a la Madre. En el momento más aterrador, entrevé los ojos implorantes de ella, siente su unidad, y entonces, con confianza, vuelve a encomendar su espíritu en las manos del Padre».

Giordani indica «la imitación de María» como meta válida para mujeres y varones, para vírgenes, sacerdotes y laicos con aplicaciones tanto espirituales como sociales.

«Es la hora de María», escribe Giordani. Esta hora en la que ella quiere revivir en almas que, «transformadas místicamente en ella», logren generar nuevamente a Jesús en medio de los hombres de hoy, cada vez más necesitados de él. Y especialmente en la profundidad abismal de su desolación, Giordani la ve convertirse en madre de los redimidos, llegar a ser alma de quien sabe hospedarla, transformarse en camino practicable para la santificación de cada uno de nosotros.

Tommaso Sorgi

www.iginogiordani.info

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