rbkindness2El hijo desaparecido
«Mi hijo, en la edad crítica de la adolescencia, quizás por las malas influencias de amigos, desapareció sin dejar rastro. Durante la noche iba a buscarlo entre los vagabundos. Mi desesperación creó una situación de incomprensión con mi marido. Corría el riesgo de descuidarlo a él y a los otros dos hijos. Un día conté que dando una vuelta me había encontrado con muchos jóvenes solos, que por la droga se habían reducido a vivir en la calle. Los otros hijos se ofrecieron a acompañarme a llevar comida y ropa. Desde entonces la vida de la familia cambió. Esta tragedia nos ha abierto los ojos». (M. J. – Suiza)

En el hospital
«El enfermo grave que estaba en la cama al lado de la mía me confió que no creía; que esperaba morir lo más pronto posible. Lo escuché largo rato, después le dije: «Yo pienso que la tarea de las personas es valorar la vida en cada una de sus etapas, tanto cuando estamos sanos (con el trabajo y otros compromisos), como cuando estamos enfermos (con los tratamientos, las terapias, la relación con los enfermeros, los parientes y con los otros enfermos). Después podrá ser que llegue la muerte, pero nosotros seremos lo que hemos hecho, valorando la vida que se nos ha dado». Después me pareció que estaba más sereno. En la noche recibió a su hija con una sonrisa, él que siempre estaba serio. Quizás esta noche descansará más relajado». (D.B. – Trento, Italia)

En la cárcel
«Rosa tenía que ir al día siguiente a dar clases a una cárcel militar que está poco accesible y no disponía de un automóvil. Me ofrecí a llevarla, posponiendo algunos compromisos. Al día siguiente, durante el trayecto, traté de tranquilizar a mi amiga: el tiempo de espera afuera de la cárcel lo iba a ofrecer como oración por ella. Así hice, mientras ella estaba adentro. Después de un par de horas la vi salir radiante, por la relación establecida con los nuevos alumnos; había sentido el apoyo de mi oración. Ahora logra llegar a la cárcel por sus propios medios, pero permanece fuerte la experiencia compartida que vivimos». (C. D. – Campania, Italia)

El militar de la guardia presidencial
«Corneille estudia en la universidad de Kinshasa. La semana pasada estaba delante de una facultad, junto a sus amigos, cuando se acercó un militar de la guardia presidencial. Les pidió ayuda para su hijo gravemente enfermo. Los estudiantes se miraron, y se pusieron las manos en sus bolsillos. También Corneille se puso las manos en los bolsillos. Encontró: en el derecho la hoja de la Palabra de Vida y en el izquirdo algunas monedas. Lo pensó un momento, y después de dio el dinero al militar. Cuando se quedaron solos, los amigos le dijeron: “¡Estás loco, darle tu dinero precisamente a él!”. Entonces Corneille les dio a ellos la Palabra de Vida. La leyeron, y después uno dijo: “Realmente eres coherente. Me gusta”». ((C. – Republica Democrática del Congo)

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