Gostilya«En los días anteriores a la Navidad fuimos a Gostilya, una aldea en el norte de Bulgaria, para visitar a algunos amigos venidos a Sofía para la Mariápolis. Queríamos demostrar nuestro reconocimiento y afecto, yéndolos a visitar al lugar donde viven». Es el relato de M. Lucía, Majda, Julia e Ildiko, originarias de Italia, Eslovenia, Alemania y Rumania quienes actualmente componen el centro del Movimiento de los Focolares de Bulgaria.

«No esperábamos encontrar un pueblito casi muerto», prosiguen. De hecho, de los 1.500 habitantes de los inicios de los ’90, ahora son apenas un centenar debido a la fuerte emigración. Los chicos son unos 20. Cerraron la escuela, el preescolar, la biblioteca y otros lugares públicos. A la iglesia católica la volvieron a abrir hace tres años, cuando fue ordenado un anciano diácono que vive la espiritualidad de la unidad.

NataleBulgaria3«Habíamos preparado una tómbola con regalos para todos y llevamos también la imagencita del Niño Jesús hecha de yeso, que hacen los niños. No podíamos imaginar que su alegría iba a ser tan grande; estaban agradecidos de que alguien hubiese venido a visitarlos. Llegó también una familia que habita a 30 Km. de distancia, y otras personas a casi 3 horas en automóvil. El alcalde quiso que fuéramos sus huéspedes y nos hizo “una visita guidada” del pueblito».

«Todos competían por regalarnos algo. Una anciana señora, muy pobre y enferma, que no pudo venir al encuentro, nos hizo un pan dulce para el desayuno. Antes de irnos, pasamos por su casa para agradecerle y regalarle un Niño Jesús. Conmovida, escuchó nuestros cantos en Navidad desde la puerta. Y también recibimos un pollo enorme para el almuerzo de Navidad, frascos de miel y otras conservas caseras “ecológicamente limpias”- como quisieron aclarar».

NataleBulgaria2Después de Gostilya, fuimos a la extrema periferia de la capital búlgara. En Sofía, las focolarinas fueron a visitar a una familia de gitanos con 7 niños. Los conocen desde hace años, y tratan de ayudarlos como pueden. Una de ellas, Majda, los preparó para el bautismo y es su madrina. Como una forma de subrayar el amor y la estima hacia ella, quisieron bautizar a la última hija Majda, que es un nombre esloveno, que no existe en Bulgaria.

Julia, quien en cambio trabaja en una escuela alemana, les habló de esta familia a sus colegas, que quisieron donar ropa, alimentos y juguetes. «Preparamos regalos personalizados para cada uno –cuentan- Un profesor quiso que sus tres hijos (de 8, 11 y 13 años) nos acompañaran, para que entraran en contacto con una realidad distinta de la que están acostumbrados.

Sostenidos por toda esta solidaridad, partimos para Botunetz, es decir el barrio donde vive dicha familia. Habíamos comprado un pequeño árbol de Navidad, para adornarlo juntos. La mamá limpió la casa y vistió bien a los niños, pero había mucha humedad, frío y moho. Estuvimos con ellos algunas horas decorando el árbol, cantando canciones de Navidad, coloreando dibujos del pesebre, abriendo los regalos. Todos estaban felices y había entre nosotros un clima de verdadera Navidad».

También fue así la tradicional Misa en las cárceles de Sofía, donde un grupo del Movimiento de los Focolares va todos los años junto con las Hermanas de Madre Teresa; y para la fiesta en un club de pensionados… Fue una Navidad en la cual pudieron experimentar la comunión, caracterizada por la alegría, la sobriedad y la solidaridad.

Maria Chiara De Lorenzo

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