En una sociedad violenta como aquella en que vivimos, el perdón es un tema difícil de afrontar. ¿Cómo se puede perdonar a quien ha destruido una familia, a quien ha cometido crímenes inenarrables o, más sencillamente, a quien nos ha herido en cuestiones personales, arruinando nuestra carrera o traicionando nuestra confianza?

El primer impulso instintivo es la venganza, devolver mal por mal, desencadenando una espiral de odio y agresividad que embrutece a la sociedad. O interrumpir toda relación, guardar rencor y ojeriza, en una actitud que amarga la vida y envenena las relaciones.

La Palabra de Dios irrumpe con fuerza en las más variadas situaciones de conflicto y propone sin medias tintas la solución más difícil y valiente: perdonar.

Esta vez la invitación nos llega de un sabio del antiguo pueblo de Israel, Ben Sira, que muestra lo absurdo que es pedir perdón a Dios y no saber perdonar. «¿A quién perdona [Dios] los pecados? –leemos en un antiguo texto de la tradición hebraica–. A quien sabe perdonar a su vez»1. Es lo que nos enseñó el propio Jesús en la oración que dirigimos al Padre: «Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden» (cf. Mt 6, 12). También nosotros nos equivocamos, y cuando ocurre ¡nos gustaría que nos perdonasen! Suplicamos y esperamos que se nos dé de nuevo la posibilidad de volver a empezar, que vuelvan a confiar en nosotros. Si a nosotros nos ocurre eso, ¿no les ocurrirá lo mismo a los demás? ¿No debemos amar al prójimo como a nosotros mismos?

Chiara Lubich, que sigue inspirando nuestra comprensión de la Palabra, comenta así la invitación a perdonar: «no es olvidar, que en muchos casos significa no querer mirar de frente la realidad; el perdón no es debilidad, es decir, no tener en cuenta un error por miedo a quien lo ha cometido, que es más fuerte. El perdón no consiste en afirmar que lo que es grave no tiene importancia, o que está bien lo que está mal. El perdón no es indiferencia. El perdón es un acto de voluntad y de lucidez –por tanto, de libertad– que consiste en acoger al hermano tal como es a pesar del mal que nos ha hecho, como Dios nos acoge siendo pecadores a pesar de nuestros defectos. El perdón consiste en no responder a la ofensa con la ofensa, sino en hacer lo que dice Pablo: “No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien” (Rm 12, 21). El perdón consiste en abrir a quien te hace daño la posibilidad de una nueva relación contigo, es decir, la posibilidad para él y para ti de volver a empezar la vida, de tener un futuro en que el mal no tenga la última palabra».

La Palabra de vida nos ayudará a resistir a la tentación de responder igual, de devolver el mal inmediatamente. Nos ayudará a ver con ojos nuevos a quien es nuestro «enemigo», reconociendo en él a un hermano, aunque sea malo, que necesita alguien que lo ame y lo ayude a cambiar. Será nuestra «venganza de amor».

«Dirás: “Pero es difícil” –prosigue Chiara en su comentario–. Está claro. Pero ahí está la belleza del cristianismo. No en vano sigues a un Dios que, al apagarse en la cruz, pidió perdón a su Padre por quienes le habían dado muerte. Ánimo. Comienza una vida así. Te aseguro una paz inusitada y una alegría desconocida»2.

 

Fabio Ciardi

 

1 Cf. Talmud de Babilonia, Megillah 28

2 Cf. C. LUBICH, Ciudad Nueva n. 160 (10/1981), 21.

5 Comments

  • Un dirigente di un ufficio dove ho lavorato mi ha creato molteplici problemi che si sono rilevati molto negativi per la mia vita Si può capire i tanti pensieri più che negativi che ho sempre avuto nei suoi confronti. Da allora non l’ho quasi mai incrociato. Oggi era affianco a me nella fila per pagare ma non mi aveva visto. Ho sentito la spinta a fare quel piccolo passo che ha la fatica di una scalata. gli ho stretto la mano. Il sasso che avevo nella scarpa da 16 anni si è levato

  • This is my experience…»My father was killed, and justice was not served because we were poor and the murderers were from an influential group. That was when hatred came into my life…As this hatred grew, I enrolled in the college of law because I wanted justice. Then i met the focolare and Chiara taught me how to live the words of Jesus. «Love your enemy» «Forgive not seven times but seventy-seven times…» One day when I was at work, I had met by chance the leader of the group that had killed my father. I spontaneously greeted him with a smile and asked him how his family was doing. And I felt in my heart that the hatred slowly transformed into love.I continued to visit them in their home and tried building this rapport by showing how much God loves them. And it came to a point where a member of those who had killed my father asked for forgiveness for what he had done and in turn he asked for prayers for his family and his health.

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