MariaModelloPerfetto_b«Como madre María fue una madre ejemplar; y por lo tanto llegó a ser y sigue siendo nuestro modelo de maternidad. No sólo fue digna de la divinidad del Hijo, por la cual  transformó su corazón en templo, sino que fue digna también de la humanidad de él, de tal suerte que si él no sólo fue hombre, sino el Hombre perfecto, ella no sólo fue una mujer, sino la Mujer, que vivió en sí misma en forma unitaria vivió en sí ambas vidas, es decir enteramente humana y divina: toda para Dios y toda para el Hijo, y a través de Él, para la humanidad. Así nos enseñó y nos sigue enseñando cómo vivir armoniosamente la vida del espíritu y de la carne, en santidad y castidad, haciendo de ésta una custodia de aquella. Esta vida humano-divina incluyó sobre todo las alegrías de la divinidad –el amor del Esposo, el Espíritu Santo-, y los sufrimientos de la humanidad, -privaciones, maledicencias, persecuciones y finalmente el asesinato en la cruz.

De María las madres en especial, y las mujeres en general, o mejor todos los seres racionales, han de aprender esta integralidad, que hace que la existencia sea plena: pues si se desatiende el elemento espiritual o se descuida el elemento material, se cae en el defecto o hacia la humanidad o hacia la divinidad. María asumió y armonizó, en la justa medida jerárquica, según el modelo del hombre-Dios, esta doble realidad: fue virgen y fue madre; y resolvió siempre el dolor con el amor.

Fue a mujer fuerte: porque Dios estaba con ella. Divinamente fuerte. Según este modelo se forjaron millones de criaturas, sobre todo las madres, las cuales, al igual que María se revigorizan en Dios, volviéndose siervas de Su voluntad, y no dan cabida a cualquier rumor, como las mujeres vacías: vacías del Espíritu Santo. «Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?». Un lema que le gustaba mucho a Santa Cabrini, que se formó según el modelo de María Virgen y Madre, como le gustó a miles de ilustres mártires y a millones de víctimas desconocidas de la miseria, de la persecución, de la guerra, de la desgracia: mujeres y hombres humildes que conservaron y conservan vigorosamente en su corazón todo tipo de pena, mirando a María. Quien fuera y sigue siendo la fuente de la energía: madre de un amor más fuerte que la muerte.

Madre de Jesús y madre de todos: maestra.
San Bernardo nos enseña que Dios quiso que nosotros obtuviéramos todas las cosas a través de las manos de María, madre de gracia y de misericordia.

Se dice: pero el mediador de las gracias es Jesús. Cierto, pero Jesús es nuestro hermano, nuestra carne, hecho así por María, y dirigirse a Él a través de María es interponer entre él, el ofendido, y nosotros, los ofensores, a la madre. Inicia así una cadena mediante la cual María escucha al pecador. Jesús escucha a María, el Padre escucha a Jesús, y el Espíritu Santo circula entre ellos.

Jesús vino a nosotros por medio de María: nosotros vamos a Jesús por el mismo trámite; como un cauce por el cual transita la vida de Dios a los hombres y regresa de los hombres a Dios.

El cristiano hace valer, mediante los labios de la Madre, su fraternidad con Cristo: su parentesco con Dios. – Mater Dei et mater mei – invocaba inge­nuamente la piedad medieval, es decir: -¡Madre de Dios y madre mía!- Un pensamiento que Silvio Pellico (1) tradujo en estos versos:

Virgen Consoladora,
esperanza de los atribulados,
eres nuestra madre y al mismo tiempo
¡eres la madre del Salvador!
Por lo tanto gracias a María la convivencia se vuelve un circuito familiar, donde circula la vida de Dios».

De Igino Giordani, Maria modello perfetto, Città Nuova, Roma, (1967) 2012, pág. 81-85, 108-109.

(1) Escritor, poeta y patriota italiano, nacido en 1789 y fallecido en 1854, conocido sobre todo por ser el autor de “Le mie prigioni” (“Mis prisiones”).

 

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