Dios no es un personaje lejano, al que uno se puede acercar sólo a través de un protocolo. Él escucha a quienes son especialmente pobres, especialmente pequeños, especialmente humildes con especial atención.
(Del volumen Elegido por los hombres, p. 113)

Cuantas más cosas tengo que hacer, tanta más necesidad tengo de la oración. Y entonces descubro una cosa: cuando yo empleo, “malgasto” mi tiempo en permanecer en Dios, sucede una “milagrosa multiplicación del tiempo”; gracias al tiempo donado a Dios, tengo más tiempo a mi disposición o por lo menos, un tiempo mejor, más disponible, más rico de amor para donar a los demás. El tiempo se convierte como en un collar de perlas, hecho de momentos preciosos que puedo vivir, y llevar a plenitud en el recogimiento y la dedicación a los demás.
(Del volumen Elegido por los hombres, pp. 109-110)

Se podría definir “grano de sal” de la oración cristiana el punto en el que la distinción que caracteriza lo que es cristiano parece más claro y evidente: es decir, cuando en la oración dirigida a Dios está presente siempre el hermano, el otro; cuando al decir yo en el orante está siempre incluido el decir nosotros.
(Del volumen Elegido por los hombres, p. 114)

Quizás a veces es bueno no querer otra cosa que permanecer en silencio. Sólo entonces, de hecho, notamos el flujo de pensamientos, de impresiones, de ideas que nos atraviesan. Estamos como inmersos en una marea que crece y que incesantemente nos aleja de nosotros mismos, no nos permite llegar a nosotros mismos.

Para la oración no es determinante que alcancemos este silencio absoluto. Ella puede ser incluso “justa” si, a pesar de todo nuestro esfuerzo, no lo logramos. De hecho, en cierto modo comprendemos que también en ese flujo indistinto, confuso, imperfecto e incompleto, soy siempre yo mismo, yo que me doy y me aban-dono a mí mismo, no soy yo quien me conozco, no soy yo quien me poseo, sino tú en mí, en lo más profundo de mi yo interior, Tú que me conoces y me escrutas, tú quien sabes quién soy y qué es bueno para mí y me respondes con tu sí, te diriges a mí diciéndome: Tú.
(Del volumen Das Wort fur uns, pp. 91s.)                                                                 

De: Klaus Hemmerle, “La luce dentro le cose, meditazioni per ogni giorno”, (“La luz dentro las cosas, meditaciones para cada día”) Città Nuova, 1998.

1 Comment

  • Bello e profondo testo di Klaus Hemmerle che mi ha aiutata a «sintonizzare» la giornata nell’onda giusta sin dal mattino presto.

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