Si estamos unidos, Jesús está entre nosotros. Y esto vale. Vale más que cualquier otro tesoro que
pueda poseer nuestro corazón: más que la madre, que el padre, que los hermanos, que los hijos.

Vale más que la casa, que el trabajo, que la propiedad; más que las obras de arte de una gran
ciudad como Roma, más que nuestras ocupaciones, más que la naturaleza que nos rodea, con las flores y
los prados, el mar y las estrellas; ¡más que nuestra alma!

Él es quien, inspirando a sus santos con sus eternas verdades, hizo época en toda época.
También ésta es su era: no la de un santo, sino la de Él; de Él entre nosotros; de Él viviente en
nosotros, que construimos -en unidad de amor- su Cuerpo místico y la comunidad cristiana.
Pero es preciso dilatar a Cristo, hacerlo crecer en otros miembros; hacerse como Él, portadores de
Fuego, que es la caridad en acto. ¡Hacer uno de todos y, en todos, el Uno!

Entonces, vivamos momento a momento la vida que Él nos da.
El amor fraterno es un mandamiento: «Ante todo…». Por lo cual todo vale si es expresión de
sincero amor fraterno. Nada vale, de todo cuanto hacemos, si en ello no se da el sentimiento de amor por
los hermanos; porque Dios es Padre y tiene en su corazón siempre y sólo a sus hijos.

Fuente: Centro Chiara Lubich

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