Han pasado 53 años desde cuando, el 28 de octubre de 1965, el Papa Pablo VI, recientemente declarado santo, firmó la histórica “Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas”, conocida como Nostra Aetate (En nuestro tiempo). En la Declaración se afirma que «La Iglesia católica no rechaza nada de aquello que es verdadero y santo en estas religiones. Ella considera con sincero respeto las formas de actuar y de vivir, los preceptos y la doctrinas que, a pesar de que difieren en muchos puntos con lo que ella cree y propone, frecuentemente reflejan un rayo de esa verdad que ilumina a todos los hombres».

Pero subraya que la Iglesia «debe anunciar que Cristo es el “camino, verdad y vida” (Jn. 14, 6), en donde los hombres pueden encontrar la plenitud de la vida religiosa y a cuyo Dios ha reconciliado en sí mismo todas las cosas».

La Declaración anima a los cristianos «para que, con prudencia y caridad, por medio del diálogo y de la colaboración con los fieles de otras religiones, y siempre dando testimonio de la fe y la vida cristiana, reconozcan, conserven y hagan progresar los valores espirituales, morales y socio-culturales que se encuentran en ellas».

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