1980_Luminosa

Margarita Bavosi – Luminosa

(19/9/1941 – 7/3/1985)

“Siempre fue: alegre, efusiva y afectuosa”. Así la recuerda su hermano Osvaldo. Su mirada era profunda y límpida, su risa alegre, contagiosa, trasmitía su entusiasmo. Era libre y el secreto de esta libertad lo encontramos en el amor exclusivo a Dios que transformó su vida en un torrente de luz.

Margarita nace en Buenos Aires el 19 de septiembre de 1941, y crece feliz en una familia de emigrantes italianos junto a dos hermanos más. Su infancia y adolescencia transcurren con absoluta normalidad: estudia Primaria y la Secundaria en la Escuela de Comercio. Esta etapa sólo tiene un momento duro para ella: la pérdida de su madre cuando tenía sólo diez años, circunstancia que la hace dirigirse a la Virgen como su única Madre. Ese momento, que recordará como su “primer encuentro con el dolor” hará madurar en ella una gran sed de Dios, presente ya antes. A un sacerdote que la exhorta a ser una “buena chica”, le responde: «Hay demasiadas, a mí no me basta: ¡yo quiero hacerme santa!».

Se inscribe en la Facultad de Historia de la Universidad de El Salvador, de la Compañía de Jesús, y en ese periodo, en 1961, conoce el Movimiento de los Focolares, apenas llegado a tierras argentinas. Este encuentro significa para ella encontrar su camino, la respuesta a una vocación que no encontraba cómo concretizarse: «Me daba cuenta de que Dios no podía ocupar sólo un rincón de mi vida –cuenta años después- que tenía que ser el centro. Aunque no sabía cómo…».

Apenas terminada la licenciatura deja todo para entrar en el focolar. Y parte para Italia, para el periodo de formación de las focolarinas que trascurre en Grottaferrata (Roma). Allí estará desde septiembre de 1963 a junio de 1964. Es entonces cuando Chiara Lubich la conoce y la llama Luminosa por su carácter espontáneo y optimista, y sobre todo por su mirada profunda y llena de luz.

En 1965 vuelve a Argentina, donde ya su familia la constituyen solamente sus hermanos ya que el padre había muerto de improviso poco antes de su llegada. Estará un tiempo en Buenos Aires y será ella quien acompañe a un nuevo grupo de jóvenes, llamadas al focolar, a Italia para la escuela de formación. Cuando vuelve, se traslada a Paraná, de nuevo Buenos Aires y por último, va al focolar de Montevideo.

En 1971, cuando aún no había cumplido 30 años, cruza de nuevo el océano para desempeñar una función que no se imaginaba: ser la responsable del Movimiento en España. Aquí vivirá hasta finales de 1983, cuando se traslada a Rocca di Papa, Roma, donde morirá el 7 de marzo de 1985.

En 1981 Chiara invita los miembros del Movimiento a renovar el compromiso de hacerse santos juntos, a hacer de la propia vida un Santo Viaje, como indica el Salmo 84 Luminosa hace profundamente suyo este compromiso. Y su vida da un giro radical, como lo atestiguan las personas que vivían con ella en aquel momento. Ya era radical, pero desde entonce lo fue más aún y este modo de vivir lo “contagiaba”, por así decir, a cuantos con ella compartían este compromiso de hacerse santos.

Pronto, a esto se le suma un inexplicable deterioro físico. Sólo después de tres años cuando ya la enfermedad está muy avanzada, llega el diagnóstico preciso. Pero la que no cambia nunca es su sonrisa.

LuminosaYa no logra moverse pero sigue ‘trabajando’,84 construyendo relaciones y aceptando y ofreciendo el sufrimiento sin preocuparse, viviendo el presente. Chiara Lubich le dice: “Sigue jugando” (siguiendo el ejemplo de San Luis Gonzaga) y ella apunta en su diario: “Estoy en la alegría y en la paz”. Y juega con… la muerte, o mejor con la vida que renace plenamente después de tantas pequeñas muertes vividas y superadas por la unidad con los demás, en la constante donación de sí.

Cuando, la noche del 6 de marzo de 1985, la situación se precipita, susurra un mensaje para Chiara que le pide que le salude de parte suya a la Virgen: «Sí, sí, sí…» repite treinta veces. Y finalmente, dirigiéndose a los presentes, entre la sorpresa general, porque el monitor es plano y parecería que se ha producido la defunción, dice: «Heme aquí Jesús, siempre he tratado, en todo momento, de hacer todo delante de Ti… pero ahora dejad de rezar por mí… id adelante vosotros». Su rostro estaba radiante, bellísimo. Traslucía con claridad la intensidad sencilla y radical con la que Luminosa supo vivir durante sus 44 años.

Tras su muerte, muchísimas personas en todo el mundo reciben de ella no sólo la intercesión, sino también un empuje decisivo en el compromiso de vivir el cristianismo con radicalidad. Signo del reconocimiento de lo excepcional de su huella espiritual es el hecho también de que su nombre se haya dado a personas, Centros del Movimiento o algunas obras sociales.

Tras la apertura del proceso de canonización, el 7 de marzo del 2005 su cuerpo fue trasladado desde Rocca di Papa a la capilla del Centro Mariápolis Luminosa de Las Matas (Madrid). El 22 de noviembre de 2008, se cierra la fase diocesana del proceso de canonización de Luminosa, y comienza la fase romana.