De esta manera, me encuentro con unas cuantas personas, la gran mayoría absolutamente desconocidas: nos ha unido en esta ocasión sencillamente el número “16”. Un par de personas, de manera muy sencilla, hacen de conductores del grupo y nos ambientan en este “experimento” que estamos a punto de hacer. Comenzamos con una dinámica simpática: nos reparten unos cómics que hablan sobre el diálogo y la comunicación, de colores diferentes. Nos piden que nos agrupemos según los colores y comentar en pequeños grupos de tres los cómics y sobre todo, presentarnos, explicar quiénes somos, de dónde venimos, etc. Después, de nuevo en el grupo completo, toca presentarnos nuevamente, pero de una manera diferente: cada uno presenta al que tiene a su lado, no a uno mismo. Mmmm… empieza a ser interesante el juego: ¡qué cosas llegan a decir los demás de ti, después, tan sólo, de unos minutos de conversación!
Ahora que ya hemos roto el hielo, se abre el diálogo entre todos.
Una mujer explica que le han impactado especialmente la riqueza interior de las personas que habían hablado durante la primera parte del programa de la Mariápolis, desarrollado en la Pista Polivalente: “no es una teoría lo que te explican”.
A continuación, un hombre, recordando el testimonio de amor recíproco que había explicado un matrimonio joven al principio de la mañana, pone en común la vivencia de amor con su esposa cuando, en momentos diferentes, ambos padecieron un cáncer y lo han superado, poniendo de relieve el valor del acompañamiento.
La intimidad y la confidencia en el diálogo va subiendo, hasta el punto que una viuda joven abre su corazón y habla con total sinceridad de su experiencia al perder el marido hace menos de tres años con dos criaturas: “aún estoy enfadada con Dios… Estoy a la búsqueda del ‘para qué’… rabia y envidia… porque creo, hoy estoy aquí, pero…”.
“Gracias”, dice otra persona del grupo. Y aún más: “queremos compartir contigo este dolor, porque la alegría compartida se multiplica, y el dolor compartido se divide”. Y un gesto: un beso en nombre de todos.
Y después, otras intervenciones, vivencias cotidianas, palabras de unos, silencios de escucha de otros…
Al acabar el día, repaso este rato de la primera jornada de la Mariápolis y… yo misma me quedo boquiabierta: ¿cómo es posible que 18 personas desconocidas nos reunamos, sentados en círculo, y lleguemos a estos niveles de confidencia en una hora?
Diálogo a 360º. Ya me lo creía, pero estoy comprobando una vez más que esto no es sólo una expresión…