La difusión / 70 años en 7 días (2)

 
“Mira, yo soy un alma que pasa por este mundo. He visto muchas cosas bellas y buenas, y sólo estas me han atraído siempre. Un día que no puedo precisar, vi una luz. Me pareció más bella que las demás cosas bellas y la seguí. Me di cuenta de que era la Verdad”.

Chiara sigue esta luz y le siguen muchas personas. En pocos meses, ya son quinientos en Trento y sus alrededores los que viven manifestando que Dios es Amor. ¿Cómo lo ponen en práctica?: ponen todo en común, viven el Evangelio y descubren que es cierto, palabra por palabra.

Jóvenes, adultos, niños, laicos, sacerdotes… personas de todo tipo conocen y se suman a este nuevo estilo de vida. Cada uno va descubriendo su propia vocación. Nacen las mariápolis y todo tipo de ocasiones  para compartir la vida en comunión e ir adelante. En sus quince primeros años, el Movimiento se difunde por toda Italia y Europa. En 1958 comienza su andadura por todos los continentes.

Para estar todos en contacto e ir adelante juntos, uno de los puntales del Movimiento, nace Ciudad Nueva: el instrumento que mantiene a todos informados de lo que están haciendo. “Las noticias de los hermanos son un potentísimo cemento de unión” –escribió Chiara Lubich-. Si faltara la circulación de las noticias, decrecería la vida espiritual. De hecho, las noticias son un elemento de estímulo recíproco y de mutua edificación”. Rápidamente empiezan a distribuirse traducciones en varios idiomas, evolucionando hasta la actualidad, con 22 casas editoriales y 37 ediciones de la revista.

En 1956 en Hungría se viven momentos trágicos; se reprimen violentamente los ideales de libertad de todo un pueblo. Pío XII dirige al mundo una dolorosa llamada: “Dios, Dios, Dios,…”, para hacer resonar “el nombre de Dios en las plazas, en las casas, en los talleres…”.

Chiara acoge ese grito y parece ser su eco cuando afirma: “Se necesitan auténticos discípulos de Jesús en el mundo. Discípulos que, voluntariamente, lo sigan. Un ejército de voluntarios, porque el amor es libre (…) Una sociedad que de testimonio de un único nombre: Dios”.

La respuesta es inmediata: empleados, médicos, enfermeros, obreros, políticos, profesores, empresarios, etc. Quieren ser estos “Voluntarios de Dios”. Se trata de hombres y mujeres, casados o no –explica Doriana Zamboni-, llamados a santificarse en medio de sus actividades terrenas específicas, y laicos (con toda la riqueza y la dignidad que el Vaticano II atribuiría unos años más tarde a este término). Son representativos de toda condición humana y pertenecen a todas las categorías sociales, y desempeñan las más variadas profesiones. Viven la misma espiritualidad de la unidad en sus casas y en sus tareas en la sociedad. Tienen el compromiso de dar un alma a la sociedad y contribuir así a la renovación de hombres y estructuras”(2).

La vida de estos Voluntarios de Dios hace nacer el Movimiento Humanidad Nueva, su expresión social.

En 2006 celebran sus cincuenta años de historia. Ante once mil de ellos, presentes en Budapest, Chiara subraya nuevamente su vocación, llamándolos a responder a los retos de la acutalidad porque “el mundo tiene necesidad de personas creíbles, constructoras de una humanidad nueva en los varios ámbitos de la sociedad”. Y concluye: “Apunten a realizar el proyecto de Dios sobre la humanidad: la fraternidad universal”.

1. De una carta de los años 40
2. FONDI, E.M y ZANZUCCHI, M.: Un pueblo nacido del Evangelio. Madrid: Ciudad Nueva, 2005 – p. 267

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