“La comunión es una categoría estética”

 
Entrevista al artista plástico Ignacio Llamas.

Presente en ARCO, en la exposición temporal del Museo Nacional de Artes Decorativas Objetos de deseo, recientemente ha colaborado con Pilar Cabañas en la maquetación del libro Joan Miró: el camino del arte.

Ignacio Llamas es un artista versátil que defiende un concepto novedoso de vivir el arte: el arte en comunión. “Todo empieza en un congreso de artistas en Roma en 1999; participamos un grupo de artistas y teóricos. El poder hacer esa experiencia con teóricos –historiadores del arte, sobre todo- me parece muy importante, ya que tienen una visión muy distinta del arte. En ese congreso se propone como método de trabajo la reciprocidad y la comunión; algo que nos sorprende. Y empezamos a experimentar, a investigar con el método del ensayo-error, a sacar conclusiones teóricas, volverlas a poner en el ‘laboratorio’ para saber si funcionan. Todo para tratar de entender qué aporta el concepto ‘comunión’ al arte. Después de ya casi 15 años, llegas a sorpresas importantes. Una de ellas es que  la comunión es un proceso que abarca todos los ámbitos artísticos: las relaciones entre artistas, con el comisario de la exposición, con el galerista, el crítico de arte,…del artista con la obra, del espectador con la obra, las relaciones internas en la obra,… Todas estas relaciones se pueden ver condicionadas por la comunión.”

De todo esto, ¿se deriva alguna conclusión importante?
Uno de los resultados a los que hemos llegado es que se puede considerar a la comunión como una categoría estética. En el sentido de que es un baremo para calibrar la calidad de una obra de arte. Se puede enjuiciar una obra de arte en cuanto a la relacionalidad que se da entre los diferentes aspectos de la obra; no sólo formales (color, tamaño,…), sino también en el tema, el concepto, la idea, la capacidad de comunicación,… Si estas relaciones fallan, si no son de comunión, hacen que la obra pierda ese carácter de obra de arte en mayor medida, o que incluso, deje de serlo. No todo es igual de importante en una obra, pero las relaciones sí se deben dar en su justa medida para esa determinada obra. Una obra es más obra cuando mayor armonía de relación profunda hay en ella. Y cada obra es única; lo que funciona para una, no funciona para otra. Pero es interesante leer todo en base a las relaciones.

El proceso creativo entonces, también es novedoso.
En mi caso, te acostumbras a trabajar de una determinada forma: que es poner en común el trabajo realizado antes de sacarlo a la luz. Lo que te ofrecen es un juicio crítico, que no es una crítica que te pueda venir de fuera; es un algo más. Lo llamamos proceso de comunión, mucho más profundo que la colaboración. Es algo que experimento cada vez que viene algún artista al estudio.  Es un trabajo en el que tú te paras a pensar, cada vez que haces un juicio crítico, positivo o negativo, si ese juicio le puede ayudar al otro, si es justo, si solo está basado en tu forma de entender las cosas. El juicio así, está mucho más modulado; da mucha más confianza; se recibe como una donación del otro. Casi siempre lo percibo como parte de mi proceso creativo, como inspiración. La obra multiplica sus posibilidades de comunicación, de transmisión artística. En muchas ocasiones la obra tiene carencias formales que hacen que no funcione conceptualmente; porque está hecho por hombres y tienes tus temores, tus miedos.

Me planteo la creación de una obra de arte como un proceso de desvelar misterios (algo inabarcable, inalcanzable) y en una obra de arte eres capaz de enseñar un trozo pequeño de ese misterio. Este proceso del arte en comunión hace que la obra sea más fiel a ese desvelar el misterio.  Tengo la certeza de que es una experiencia que se puede hacer con cualquier persona del mundo del arte.

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