El magníficat de Madre Teresa de Calcuta

 
«Tú haces lo que yo no puedo hacer. Yo hago lo que tú no puedes hacer», el saludo habitual de Madre Teresa a Chiara Lubich.

1271621«Tú haces lo que yo no puedo hacer. Yo hago lo que tú no puedes hacer», palabras que expresan la amistad de estas dos mujeres: «grande, íntima, profunda»,según la definió Chiara Lubich.

Ella misma describe el encuentro, a finales de mayo de 1997, en un pobre lugar del Bronx (Nueva York), en una celda del convento de las Misioneras de la Caridad: «Mantuve una conversación con ella prolongada e inolvidable. Estaba en la cama con fuertes dolores de espalda, en un ambiente pobre (…)  La reunión fue una excepción debido a su precaria salud. Privada, muy alegre. (…) Luego empezó a hablar y hablar. Era la fundadora de una Obra de Dios que hablaba a otra, mucho más indigna, y podía comunicarle los frutos de toda su vida: casas de vida contemplativa y activa (…), difusión en 120 países, proyectos obstaculizados por los gobiernos (…). Habló del cuarto voto que prevé servir con todo el corazón a los más pobres de los pobres, de los moribundos acompañados al Paraíso (…). Era su magníficat. Los pocos minutos concedidos por el médico se convirtieron en veinte. Es una lástima que no hayamos podido sacar alguna foto de la Vida que había en esa habitación, de esa conversación que tenía sabor de Paraíso. Nos despedimos, abrazándonos. Nunca olvidaré ese rostro y esa alegría (…). Me alegro de haberla conocido y de haberla tenido tan cerca. Empecé a rezar, no tanto por ella, sino ella por todos nosotros».
Añadió en otra ocasión: «Ha realizado lo que el Papa [Juan Pablo II] define genio femenino, que reside precisamente en la característica de María. Ella no estaba investida de un ministerio, sino (…) que estaba investida del amor, de la caridad, que es el don más grande, el más grande que viene del Cielo»(1)

En una conexión telefónica con los miembros de los Focolares en el mundo el 25 de septiembre de 1997, Chiara Lubich dijo de ella: «Madre Teresa es (…) una maestra excelsa del arte de amar.

Amaba verdaderamente a todos. No le preguntaba a su prójimo si era católico o hindú o musulmán, etc. (…) Madre Teresa era, sin duda, la primera en amar. Ella iba en busca de aquellos para los cuales Dios la había enviado.
Madre Teresa veía, quizá como ningún otro, a Jesús en cada persona: precisamente el “a mí me lo hicieron”, su lema.
Madre Teresa se hacía uno con todos. Se hizo pobre con los pobres pero, sobre todo, como los pobres. En esto radica la diferencia de la simple asistente social, (…) o de quien se dedica al voluntariado. No aceptaba nada que no pudieran tener también los pobres. Es conocida, por ejemplo, su renuncia y la de sus hermanas a una simple lavadora, renuncia que muchos no entienden – de hecho, dicen: ¡en estos tiempos! – pero lo hacía porque los pobres no la tienen y, por lo tanto, tampoco ella.

Se asumió, hizo propias la miseria de los pobres, sus penas, sus enfermedades, sus muertes.
Madre Teresa amó a todos como a sí misma, hasta el punto de ofrecerles su propio ideal. Invitaba, por ejemplo, a los voluntarios que la ayudaban por un tiempo en su Obra, a buscar su propia Calcuta allí donde cada uno volvía. Porque los pobres – decía – están en todas partes.

Madre Teresa sin duda amó a los enemigos. Nunca se detuvo a responder las acusaciones absurdas que le hacían; rezaba por los enemigos» (2)

Dos días antes, a la comunidad de los Focolares de la región de Emilia-Romaña, reunidos en Rímini, Chiara confió: «He admirado a Madre Teresa de una manera muy especial por su determinación. Tenía un ideal: los más pobres entre los pobres. Y permaneció fiel a esto. Toda la vida la centró en ese único objetivo. También en esto es para mí un modelo de fidelidad al ideal que Dios me ha confiado».


(1) Cf. Entrevista a Chiara Lubich de la Radio Vaticana sobre Madre Teresa de Calcuta, 10 de septiembre de 1997.
(2) Cf. Cf. Lubich, Chiara: Construir el “castillo exterior”. Madrid: Ciudad Nueva, 2004. Pp. 27-31

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