Caras nuevas

 
Algunos habitantes estables parten para dar su aporte en los focolares de distintas ciudades y otros llegan para continuar con el proyecto de la ciudadela.

No es una novedad ver que en nuestra ciudadela se van renovando las caras e incluso, en algunos períodos, haya verdaderas migraciones de grupos que van y que vienen por períodos más o menos largos. En enero, por ejemplo, ya es un clásico el arribo de familias enteras que se establecen por todo el mes y, entre marzo y noviembre es el tiempo de los jóvenes que vienen a hacer su experiencia de vida comunitaria, con distintas modalidades y suman casi un centenar. Luego está ese recambio, diríamos natural, que se produce en toda comunidad, acentuado quizás en este caso por la dinámica propia de un Movimiento internacional como es el de los Focolares. Pero al mismo tiempo hay siempre una consistente población estable que le da continuidad y normalidad al estilo de vida y las actividades propias de este laboratorio de sociedad basada en la fraternidad.

Este año, sin embargo, también dentro de este núcleo portante de la ciudadela se han verificado una serie de relevos de personas y de funciones que no pasan desapercibidas. Por de pronto, cumplidos los seis años como delegados de la Mariápolis, tanto Delia Pairetti como Norberto Cartechini, han partido a asumir nuevas funciones en ciudad de México y en Buenos Aires, respectivamente, mientras a su vez se han hecho cargo de esas responsabilidades, Nani Espinosa y Carlos Becaría. Pero también han partido o están en eso, habitantes que residían aquí desde hace décadas, como María Esther Medina, pionera y diseñadora del taller de confección “Línea”, o desde hace pocos años, como Herick, chef del hospedaje “Betania”, o María Rosa Onesti, inquieta representante y administradora de la producción de Villa Blanca y otros que ya hemos mencionado en este sitio, como César Sánchez y Aurora Grigor.

Al mismo tiempo, en este último año, el núcleo estable se ha renovado con la llegada de Olga Suárez, española que estaba en Montevideo, Isabel Schaffer, uruguaya que llegó desde Asunción, Edith Gamboa Molina, costarricense, Feli Silva, argentina pero que llega de estar más de dos décadas en México, Susana Duarte, del litoral, María del Carmen Raposeira patagónica nativa que llega de Mendoza, Clara Martínez, de Buenos Aires, que todavía conserva su original tonada cordobesa, Lissette Pasinato, brasileña con muchos años en Bolivia, primero y Tucumán ultimamente, a las que se agregará pronto Marcia Martínez, puntaltense que viene de Avellaneda, como también es de Avellaneda Darío Russi. Una buena muestra de internacionalidad que se suma a la de los jóvenes representando, en conjunto, 20 países. Una diversidad de orígenes que se ha vuelto característica de la Mariápolis Lía, enriquecida por el aporte de las distintas historias y culturas originarias de sus habitantes. Un gran desafío y un gran oportunidad de probar en los hechos cómo se construye en la vida cotidiana el sueño compartido de la fraternidad universal.