Manolo Perrín

 

Manolo Perrín nació en una localidad llamada Saldungaray en la Pcia de Bs. As. El 1 de Junio de 1925.

Su primer contacto con la espiritualidad del Movimiento de los Focolares fue en octubre de 1966.

            Pocos meses después Manolo concurre a su primer Mariápolis, en enero de 1967 en Embalse Rio III. Allí literalmente “… no cabía dentro de sí…” y lo expresa en un telegrama que le envía a su esposa: “Experiencia inolvidable. Trascendental. Unidos como nunca. Besos. Manolo”.

 Párrafos de algunas cartas escritas a distintos amigos:

“Tenemos también el modelo en nuestra querida Cecilia, que se dejó trabajar tan espléndidamente por el amor infinito de Dios. Ella vivió heroica y santamente aquello que el Padre le pedía y llegó a la plenitud que le estaba reservada desde toda la eternidad. Al nombrarla, se me hace difícil no seguir hablando de ella…hay una presencia tan fuerte, que parece que en cualquier momento la veremos físicamente. Se hace presente continuamente y de tantas formas! ….nos quiere dar su plenitud. Nos seguimos amando.”

              Manolo tenía una caridad delicadísima y un humor muy característico y contagioso. Todos recuerdan la mirada serena y límpida de Manolo. No había dejos ni de dolor ni de tristeza en sus ojos aunque si la dolencia renal literalmente lo postraba cada vez más y la ausencia de Cecilia lo hacía llorar cada día y exclamar en ámbitos muy íntimos, que ese dolor sólo desaparecería cuando se volviera a encontrar con ella en el Paraíso.

              Vivió sin duda “una noche” pero dejó alrededor suyo sólo estelas de luz y frutos de Comunión. Son innumerables los testimonios que hay en la familia, en la comunidad del Movimiento y en la Iglesia local al respecto, tales como conversiones, vocaciones a la vida de consagración, familias reconstituidas, vocaciones sostenidas en momentos de crisis.

 Nos cuenta su hijo Jorge:

Papá, sobre todo cuando mamá estuvo enferma, lavaba, cocinaba, planchaba la ropa…. Hacía estas tareas domésticas con una naturalidad y alegría impactante.

Un día caminado por la calle, yo ya hacía tiempo no vivía en casa, me dice: “Ves esa persona,… con él tengo que hablar y hacerle conocer el Ideal” Quien es, le pregunte: Me dice que no lo conoce mucho, pero sabe que es del Ideal. Con esta mirada que tenía, acercó a muchos a Dios.

Un día después de un período muy difícil para él me llama mamá contenta y me dice: Manolo está irreconocible, tiene una alegría, una felicidad increíble.

Lo fui a ver y me decía:

“Toda mi vida quise vivir y donar el Evangelio, pero siempre estaba el Evangelio y yo. Ahora siento que estoy dentro del Evangelio. Comprendo muchas cosas que antes no comprendía. Dios es Todo y en Él están todos. En el amor exclusivo a Él, desde allí los descubro a cada uno. El amor de Dios es increíble!”

Al poco tiempo le informan sobre su enfermedad y él con gran docilidad acepta la operación que le proponen hacer.

Un día me dice:

“¿Cómo estás, como está mamá? Yo estoy muy bien, siento una gran alegría, la plenitud en el alma. Quédense tranquilos, da lo mismo estar aquí o allá, sólo es importante hacer la Voluntad de Dios. Agradezco a Dios la maravillosa familia que me dio. En vos le doy un abrazo a cada uno, a cada amigo”