Palabra de vida – Abril 2018

 
“Les aseguro que el que cree, tiene vida eterna”. (Juan 6, 47)

Esta frase de Jesús forma parte de un largo diálogo con la multitud que vio la señal de la multiplicación de los panes y lo siguió, acaso solamente para recibir de él otra ayuda material. A partir de una necesidad inmediata, Jesús llevó el discurso poco a poco hacia su misión: ha sido enviado por el Padre para dar a los hombres la vida verdadera y eterna: la misma vida de Dios, que es Amor.

Caminando por las calles de Palestina se acerca a cuantos encuentra, no ignora los pedidos de alimento, de agua, de salud, de perdón. Es más, comparte toda necesidad y da esperanza. Por ello puede pedir un paso posterior, invitar a quien lo escucha a que acepte la vida que ofrece, a entrar en relación con él, a darle confianza y a tener fe en su persona.

Precisamente al comentar esta frase del Evangelio, Chiara Lubich escribió: “Jesús responde aquí a la aspiración más profunda del hombre. El hombre fue creado para la vida; la busca con todas sus fuerzas. Pero el gran error es buscarla en las criaturas, en las cosas creadas que, al ser limitadas y pasajeras, no pueden dar una respuesta verdadera a la aspiración del hombre. Solo Jesús puede saciar el hambre del hombre. Solo él puede darnos la vida que no muere, porque es la Vida”¹.

“Les aseguro que el que cree, tiene vida eterna”

La fe cristiana es antes que nada el fruto de un encuentro personal con Dios, con Jesús, que no desea sino hacernos partícipes de su vida.

La fe en Jesús significa adherir a su ejemplo y no vivir replegados sobre nosotros mismos. Sobre nuestros miedos, nuestros limitados programas, sino más bien dirigir la atención hacia las necesidades de los demás: necesidades concretas como la pobreza, la enfermedad, la marginalidad, pero sobre todo la necesidad de escucha, del compartir, de la acogida.

Así podremos comunicar a los demás, con nuestra vida, el mismo amor recibido como don de Dios. Y para fortalecer nuestro andar, El nos ha dejado también el gran don de la Eucaristía, signo de un amor que se da a si mismo para dar vida al otro.

“Les aseguro que el que cree, tiene vida eterna”

Cuántas veces, durante el día, le damos confianza a las personas a nuestro alrededor: al docente que instruye a nuestros hijos, al taxista que debe llevarnos a destino, al médico que debe atendernos… No se puede vivir sin confiar. Y la confianza se consolida con el conocimiento, la amistad y las relaciones que se profundizan en el tiempo.

¿Cómo viviremos la Palabra de vida de este mes?

En su comentario, Chiara prosigue invitándonos a reavivar nuestra elección y adhesión total a Jesús: “Sabemos cuál es el camino para llegar, poner en práctica con particular compromiso sus palabras que nos recuerdan las diferentes circunstancias de la vida. Por ejemplo: ¿nos encontramos con un prójimo? ‘Ama al prójimo como a ti mismo’ (Mateo 22, 39). ¿Tenemos un dolor? ‘Quien quiere venir detrás de mí… cargue su cruz’ (Mateo 16, 24). Entonces las palabras de Jesús se iluminarán y él entrará en nosotros con su verdad, con su fuerza y su amor. Nuestra vida será cada vez más vivir con él, hacerlo todo junto a él. Y también la muerte física que nos espera no podrá ya asustarnos, porque con Jesús se ha iniciado en nosotros la vida verdadera, la que no muere”² .

Letizia Magri

1. C. Lubich, La vera vita, Città Nuova, 35, [1991], 14, p. 32.
2. Ibid., p. 33.