Durante todo el año funcionan escuelas para jóvenes que quieren hacer una experiencia formativa en la cultura de la unidad. La ciudadela tiene capacidad para que un centenar, de ambos sexos, pueda integrarse cada año a pleno en sus distintas actividades: trabajo, estudio, actividades culturales y recreativas, deporte e intereses particulares. Todas estas actividades están enfocadas como aspectos de una misma formación integral. En efecto, el concepto de alumno coincide con el de ciudadano, por lo que todos se asumen como constructores de la ciudad. De hecho, la Mariápolis ha surgido en sus primeros tiempos, y en buena medida se mantiene, por el aporte de los jóvenes que ofrecen un año de su vida al servicio de este laboratorio de sociedad ideal y, en este servicio, se forman ellos mismos.

Al mismo tiempo se cuenta con un equipo de expertos y profesores en las distintas disciplinas, que los acompañan en su aprendizaje desde el punto de vista del conocimiento espiritual, antropológico, social, doctrinal, completado con talleres sobre las problemáticas más importantes de la actualidad.

A su vez los jóvenes tienen oportunidad de trasmitir esta misma experiencia y conocimientos a las personas y grupos que visitan la Mariápolis o participan de cursos o congresos en la ciudadela. Un momento culminante de esta interacción es la “Fiesta de los jóvenes”, encuentro multitudinario que todos los años organizan ellos mismos y donde ponen en juego cuanto han vivido.

Concluido este período están capacitados para ser agentes de unidad allí donde continúan sus estudios, en el trabajo, la familia y dar su aporte en la construcción de una sociedad orientada a la fraternidad universal.

Lógicamente, es condición para ser admitido a esta experiencia, el tener un contacto previo con este estilo de vida en su lugar de origen, para asumir este compromiso de vida con plena conciencia.

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