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Las parteras de Egiptocubierta es el último volumen de Luigino Bruni publicado por Ciudad Nueva.

El contenido de este libro se basa en los editoriales publicados por Bruni (@bruniluis) en el periódico italiano Avvenire entre el 10 de agosto y el 28 de diciembre de 2014.

Leer las primeras páginas.

Reseña de Antonio Aradillas en Periodista Digital:

“Respuestas de luz, esperanza y salvación en una variedad de temas”

A la cultura, a las civilizaciones, a las relaciones humanas y aún “divinas”, a la política, a la religión católica, apostólica y romana, -y demás religiones-, les faltan en la actualidad buenas y sanas dosis de Biblia. La Biblia- la Sagrada Escritura-, es, y será sempiternamente, “palabra de Dios” y, por tanto, certera respuesta a cuantos problemas y vicisitudes definan a los seres humanos en su condición de peregrinaje “por estos mundos de Dios”.
Pero que conste con claridad y firmeza, que para ello, las interpretaciones que se ofrezcan a todas y a cada una de las de las palabras bíblicas, en la riqueza de sus situaciones y paisajes, habrán de estar exentas de intereses personales o de grupos, efectuadas desde la transparencia, humildad y humanidad, y en permanente actitud de servicio al prójimo, a la vez que de fidelidad al sentido y contenido que se dicen sagrados y de adoración a la divinidad.
Sirva esta elemental reflexión de alabanza para la editorial Ciudad Nueva -CN-, empeñada precisamente en su colección Biblia y temas de hoy, en acercar la palabra de Dios a los problemas humanos, con acierto, oportunidad y largueza. Y es en esta colección en la que acaba de integrarse el título del libro Las parteras de Egipto. Libertad, trabajo y gratuidad en el Éxodo, cuyo autor es Luigino Bruni, profesor en la Universidad Lumsa de Roma, en la que imparte su docencia relacionada con la Economía civil y ética económica, coordinador a la vez del proyecto seriamente cristiano de Economía y Comunión.
L_Bruni_redEl libro, con sus fácilmente legibles 176 páginas, es denso. Muy denso. No se puede leer de un tirón o en una “sentada”. La disposición de meditación-oración ha de exigírseles a sus hipotéticos lectores, atentos, por supuesto, a cuanto es, ofrece y necesita hoy la vida, con posibilidades seguras de encontrar en el sagrado Éxodo, en este caso, respuestas de luz, esperanza y salvación en la variedad de temas y problemas.
A título de ejemplo, parte importante del libro está resumida de esta manera: “El Éxodo se abre bajo el signo de las mujeres que salvan la vida. La madre de Moisés, desobedece la orden de arrojar a su hijo al Nilo, lo esconde y, cuando no puede ocultarlo por más tiempo, lo deposita en un cesto de papiro, que entrega a las aguas del río. Otra mujer, la hija del faraón, encuentra el cesto flotando en las aguas y se compadece del niño”.
No es casual que el pueblo hebreo -pueblo nómada de partos difíciles den tiendas portátiles-, haya puesto en el origen de su gran historia de liberación a dos parteras de Egipto -Sifrá y Puá- de las que sabemos poco. Ciertamente fueron las primeras objetoras de conciencia: “Las parteras temían a Dios y no hicieron lo que había mandado el rey de Egipto, sino que dejaban con vida a los niños”. En su gesto resuena el mito griego de Antígona, que desobedece al rey para obedecer la ley más profunda de la vida.
“El libro del Éxodo es un gran ejercicio espiritual y ético no solo para quienes comienzan la liberación, sino para todos los que deben resistir en el largo camino, después de salir de Egipto. El Dios bíblico es el Dios del tiempo, que nos llama a salir y a caminar por los desiertos hacia una promesa que siempre está más allá de los límites de nuestras certezas y nuestros miedos”.
Las “leyes sabáticas” del Éxodo son de comprometida y providencial actualidad para la salvación de la ecología, es decir, de la vida propia y ajena, aplicable a diversidad de ocasiones:
“En el Éxodo, junto con el maná, llega un mandamiento: ‘Que nadie guarde nada para el día siguiente…’ No hay nada como el maná para expresar la gratuidad: viene del cielo, no está vinculado a ningún mérito nuestro… Cada vez que alguien muere, porque no tiene poder adquisitivo para el pan y otros bienes primarios de la existencia, estamos renegando de la ley fundamental del maná. No nos falta pan; lo que nos falta, y cada vez más, es respetar la ley del maná. Además, el maná no se puede acumular, no de puede convertir en objeto de comercio: la gratuidad – maná solo vive, mientras que siga siendo gratuidad…”

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