La emergencia humanitaria generada por el conflicto en Costa de Marfil, con la presencia de miles de refugiados y desplazados, ha suscitado el compromiso de varias organizaciones no gubernamentales internacionales en el país que, junto con la Iglesia local, trabajan para ofrecer a cuantos es posible, refugio y asistencia. En las cercanías de Man, a 600 Km. al Oeste de la capital, surge una ciudadela del Movimiento de los Focolares que quiere ser un testimonio estable de una vida caracterizada por el amor evangélico y la fraternidad. ¿De qué manera están involucrados sus habitantes en este momento en la difícil situación del país?

Adriana Masotti se lo preguntó a Vitoria Franciscati, responsable de la ciudadela, quien desde hace 20 años está en Costa de Marfil.

Estamos involucrados de una forma bastante directa: actualmente Man se ha convertido en una ciudadela de acogida, porque a 80 Km. de aquí hay un frente, siempre en el Oeste, donde la situación no es fácil y de donde provienen muchos refugiados. Pero vienen también de abajo, de la capital: de Abidjan. Y nosotros estamos comprometidos, junto con todas las otras fuerzas de la diócesis, de la ciudad, a acoger lo mejor posible a estos refugiados. En la ciudadela tenemos un dispensario, un ambulatorio médico y un centro de lucha contra la desnutrición. Ha aumentado mucho el número de enfermos y de niños que siendo muy pequeños los dejan abandonados, a veces con un abuelo o una abuela que no saben cómo hacer. Por lo tanto todo este trabajo realmente se ha multiplicado y continúa. También somos un punto de referencia para los organismos humanitarios, que llegan para trabajar en la región para combatir el hambre: Médicos sin fronteras, la Cruz Roja y otros. En la ciudad falta el agua y por lo tanto vienen a buscarla a nuestro pozo. A menudo no hay electricidad y como nosotros tenemos un generador que funciona durante algunas horas al día la ponemos a disposición. Por lo tanto, hay mucha colaboración entre todos.

Ustedes están lejos de la capital, pero hay algunos miembros del Movimiento que viven precisamente en Abidjan y cerca de la residencia misma de Gbagho, que en este momento, está tomada por los conflictos. ¿Qué experiencia están haciendo en estos días?
Abajo tenemos personas nuestras en todas las barridas de la ciudad, pero más precisamente en la zona donde está la casa del presidente saliente. Nos mantenemos en contacto con ellos varias veces al día y están decididos y realmente comprometidos a vivir y difundir la vida del Evangelio, a ser constructores de paz mediante la vida del amor, porque es la única fuerza capaz de desarmar los corazones, que es la cosa más difícil y la más necesaria.

En el país se han conformado dos bloques opuestos, una contraposición que existe también en las familias. ¿Cómo viven esta división?
Cierto, está precisamente allí el punto: empezar por la casa, por la familia. Algunos muchachos dicen: “Yo ya no reconozco a mi padre, no lo reconozco”, porque la división entra, es algo que penetra profundamente. Antes no era así. El marfileño es muy sensible y está dispuesto a cambiar, no es tan duro. Por lo tanto, hace falta creer en esta capacidad, siendo un pueblo acogedor, acostumbrado a la convivencia étnica e interreligiosa. ¡Nunca había habido problemas!

Entonces, ¿Cuál es el principal aporte que ustedes sienten que quieren dar y su compromiso por la sociedad marfileña?
Precisamente el de la fraternidad. La “regla de oro”: ¡hacer a los demás lo que nos gustaría que nos hicieran. Es el aporte específico.

Qué sucede concretamente en el día a día, cuando cada uno trata de vivir el amor hacia el otro, aunque sea diverso…
Precisamente al acoger al otro que es diferente a mí, que piensa distinto que yo, creo que tendrán que nacer nuevos sistemas políticos a partir de las culturas, de las raíces culturales africanas. Pero es muy importante la oración, en este momento, porque los corazones se han puesto duros y ahora se necesita la gracia de Dios.

Fuente: Radio Vaticana – Radio Periódico del 10/04/2011

Comments are disabled.