En el ómnibus

En el ómnibus 45 que tomo todos los días para ir al trabajo sube un hombre de evidente mal humor.  La gente que percibe su estado anímico, le deja lugar y se aleja. Yo en cambio, me quedo donde estoy y lo ayudo a acomodar las bolsas de nylon que trae en las manos. Mi jornada parece que se convierte en algo más luminoso. Otro día, en el mismo ómnibus, otra vez sube ese hombre. Apenas me ve, viene enseguida a saludarme. Y esto sigue sucediendo. Basta con hacer muy poco para que el otro, cualquier prójimo que encuentro en mi jornada, se sienta escuchado y amado.
E. M. Hungría

20151003-01Tatuajes

En el tren, me siento al lado de una chica y un chico que están cubiertos de tatuajes de carácter satánico. Mi propensión a buscar el lado positivo en los demás me hace pensar que los dos tendrán un motivo para exhibir ciertos símbolos. Después de un momento de duda, me animo y les pregunto por el sentido de esos tatuajes. Sus ojos se encienden. Se alternan en sus respuestas, pero con mucha dulzura me dicen: «Le agradecemos por esta pregunta. En general la gente nos juzga y en el mejor de los casos, ni nos mira. No somos lo que aparentamos, sólo queremos darle una cachetada a esta sociedad paralizada y sin médula espinal».
M.I. – Francia

Un cochecito para Jamal

Era un domingo por la tarde. Jamal, un conocido mío que es obrero marroquí, me había traido manzanas. Hablando con él, me enteré de que en diciembre iba a tener un hijo. Pero no tenía nada de las cosas necesarias para el bebé y sobre todo, necesitaba un cochecito. Después de haberlo escuchado atentamente, se me ocurrió una idea: «¿Por qué no le pedimos entre los dos ayuda a Dios? Él es el mismo para todos, lo puedes llamar con otro nombre, pero es siempre Dios. El sabrá qué hacer para conseguir el cochecito». A Jamal le gustó la propuesta. Estábamos en el patio, afuera; levantamos los ojos al cielo y rezamos así: «Señor Dios, haznos llegar un cochecito. Ocúpate tú». Éramos un joven musulmán y una mujer católica. Dos credos distintos, sin embargo estábamos unidos al pedir. Dios escuchó nuestra oración: el jueves siguiente llegó el cochecito que habíamos pedido.
M. – Italia

1 Comment

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *