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Foto: Lorenzo Russo

«Escuchándolos hablar, me vinieron a la mente dos imágenes: el desierto y el bosque. Pensé: estas personas, todos ustedes, toman el desierto para transformarlo en un bosque. Van donde está el desierto, donde no hay esperanza y hacen cosas que convierten el desierto en bosque.
El bosque está lleno de árboles, lleno de verde y demasiado desordenado… pero así es la vida!
Pasar del desierto al bosque es un hermoso trabajo que ustedes hacen. ¡Ustedes transforman los desiertos en bosques! Después se verá cómo se pueden regular ciertas cosas del bosque… Pero allí hay vida, aquí no: en el desierto hay muerte. Muchos desiertos en las ciudades, muchos desiertos en la vida de las personas que no tienen futuro, porque –y subrayo una palabra dicha aquí– siempre existen los prejuicios, los temores. Y esta gente tiene que vivir y morir en el desierto, en las ciudades. Ustedes hacen el milagro con su trabajo de cambiar el desierto en bosque: Sigan así.

Pero, ¿cómo es su plan de trabajo? No sé … Nosotros nos acercamos y vemos qué es lo que podemos hacer. ¡Y ésto es vida! Porque a la vida se la debe tomar así como viene. Es como el arquero en el fútbol, tiene que atajar los pelotazos que vienen de todos lados: de acá, de allá … Pero no hay que tener miedo de la vida, no hay que temerle a los conflictos. Una vez alguien me dijo –no sé si es cierto, si alguien quiere puede verificar, yo no he verificado– que la palabra conflicto en idioma chino se compone de dos signos: un signo que dice «riesgo», y otro signo que dice «oportunidad». El conflicto, es verdad, es un riesgo, pero es también una oportunidad. Al conflicto podemos tomarlo como algo de lo que debemos alejarnos o evitar: «No, allí hay un conflicto, me mantengo lejos».
Nosotros, los cristianos sabemos bien lo que hizo el levita, lo que hizo el sacerdote, con el pobre hombre caído en el camino. Encontraron la manera para no ver, para no acercarse (cf. Lc 10,30-37).
Quien no se arriesga, no puede acercarse a la realidad: para conocer la realidad, para hacerlo desde el corazón, es necesario acercarse. Y acercarse es un riesgo, pero también una oportunidad: para mí y para la persona a la que me acerco. Para mí y para la comunidad a la que me acerco.

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Foto: Lorenzo Russo

Pienso en los testimonios que dieron, por ejemplo, con todo el trabajo en la cárcel. El conflicto: nunca, nunca, nunca darse vuelta para no ver el conflicto. Los conflictos se deben asumir, los males se deben asumir para resolverlos. El desierto es feo, ya sea el que está en el corazón de todos nosotros, o aquel que está en las ciudades, en los suburbios, eso es algo feo. Incluso el desierto que se encuentra en los barrios protegidos … Es feo, también allí está el desierto. Pero no hay que tener miedo de ir al desierto, para convertirlo en bosque; hay vida exuberante, y se puede ir a secar muchas lágrimas para que todos puedan sonreír.

Me hace venir a la mente ese Salmo del pueblo de Israel, cuando estaba en cautiverio en Babilonia, y decían: «No podemos cantar nuestras canciones, porque estamos en tierra extranjera». Ellos tenían los instrumentos allí con ellos, pero no tenían la alegría porque eran rehenes en un país extranjero. Pero cuando fueron liberados, el Salmo dice: «No podían creer, nuestra boca se llenó de sonrisas» (Sal 137). Y así, en este tránsitar desde el desierto hasta el bosque, hacia la vida, está la sonrisa.
Les doy una tarea para hacer «en la casa»: miren un día las caras de la gente cuando van por la calle: están preocupados, cada uno encerrado en sí mismo, falta la sonrisa, falta la ternura, en otras palabras la amistad social, nos falta esta amistad social. Donde no hay amistad social, siempre está el odio, la guerra. Nosotros estamos viviendo en una «tercera guerra mundial de a trozos», por todas partes. Miren el mapa del mundo y verán esto. En cambio, la amistad social, a menudo se debe hacer con el perdón – la primera palabra– con el perdón. Muchas veces se hace con el acercarse: yo me acerco a ese problema, a ese conflicto, a esa dificultad, y como hemos escuchado lo que hacen estos chicos y chicas valientes en los lugares donde se juega a las apuestas y mucha gente pierde todo ahí, todo, todo. En Buenos Aires vi a ancianas que iban al banco a recibir su jubilación y después inmediatamente al casino! Acercarse al lugar del conflicto. Y estos [los chicos] van, se acercan. Acercarse …

Hay otra cosa que tiene que ver con el juego, con el deporte y también con el arte: es la gratuidad.
La amistad social, se da en la gratuidad, y esta sabiduría de la gratuidad que se aprende, se aprende: con el juego,mcon el deporte, con el arte, con la alegría de estar juntos, con el acercarse… Es una palabra, gratuidad, que no se debe olvidar en este mundo, en el que parece que si no pagas no se puede vivir, donde la persona, el hombre y la mujer, que Dios ha creado justamente como centro del mundo, para estar al centro de la economía, fueron desplazados y en el centro tenemos un hermoso dios, el dios dinero. Hoy, en el centro del mundo está el dios del dinero y los que pueden acercarse a adorar este dios se acercan, y aquellos que no pueden terminan en el hambre, la enfermedad, la explotación … Piensen en la explotación de los niños, los jóvenes. Gratuidad: es la palabra clave.
Gratuidad que empuja a que yo dé mi vida así como es, para ir con los demás y hacer que este desierto se convierta en bosque. La gratuidad, esto es algo hermoso!

Y el perdón, también, perdonar. Porque, con el perdón, se aleja el rencor, el resentimiento. Y luego, siempre construir, no destruir, construir. Así, éstas son las cosas que vienen a la mente.
¿Cómo se hace esto? Simplemente siendo conscientes de que todos tenemos algo en común, todos somos seres humanos. Y en esta humanidad nos acercamos para trabajar juntos.
«Pero yo soy de esta religión, de aquella…» ¡No importa! Todos adelante para trabajar juntos. ¡Respetarse, respetarse! Y así veremos este milagro: el milagro de un desierto que se convierte en bosque. ¡Muchas Gracias por todo lo que hacen! ¡Gracias!»

Jornada mundial por la Tierra 2016

PALABRAS DEL SANTO PADRE FRANCISCO
DURANTE LA VISITA A LA MANIFESTACIÓN «ALDEA POR LA TIERRA»

Roma, Villa Borghese
Domingo, 24 de abril de 2016

Fuente:  Zenit

Papa Francisco en la Mariápolis

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