Movimiento de los Focolares
R.C.A.: del lado de los heridos

R.C.A.: del lado de los heridos

IMG_20170614_185015«Aunque no se dice oficialmente, también aquí se está combatiendo la “tercera guerra mundial por pedazos”. El gobierno de transición está tratando de reedificar lo que derrumbó la reciente guerra civil, pero debe medirse con las numerosas tensiones que a menudo desembocan en luchas fratricidas». Martial Agoua es un sacerdote católico de la República Centroafricana, un país en su mayoría cristiano, con el 15% de musulmanes. En ausencia de un órgano de defensa nacional, la ONU envió a los cascos azules (fuerza Munisca) de algunos contingentes extranjeros, pero los intereses en juego son muchos. Además, paradójicamente, las acciones de la guerrilla encubren a los buitres extranjeros, ávidos de los valiosos recursos minerales del país. Así es que rige la caza al enemigo, que a menudo se identifica fatalmente con la tribu que está al frente, o la aldea que practica otra religión. En las recientes crónicas se lee de un obispo católico, Mons. Juan José Aguirre Muñoz quien abrió su parroquia, a Tokoyo, para alojar a 2000 musulmanes que estaban siendo atacados por los anti-Balaka, llamados también milicias cristianas, que originalmente surgieron como grupos de autodefensa de las pandillas islámicas Seleka, pero que a menudo, últimamente, se han convertido en organizaciones terroristas. Y que no distinguen entre los grupos violentos que habían encendido la rebelión y los civiles musulmanes, gente pacífica en su mayoría comerciantes o peuls (manaderos nómades). «Mi parroquiacuenta el P. Martial –, intitulada a la Sagrada Familia, está ubicada en Sibut, la capital de la región Kemo Inbingu. Aquí en Sibut, recientemente, tuvo lugar una reunión de todas las autoridades: del Prefecto al alcalde, de los jefes de los barrios a la fuerza ‘Munisca’ del contingente burundés, de los ex-Seleka a los anti-Balaka. En un determinado momento el jefe de los anti-Balaka tomó la palabra para decir en voz alta que los pastores de las distintas iglesias, los sacerdotes, religiosos y religiosas, no tienen más que hablar de cuestiones sociales en las iglesias. Todos se atemorizaron y nadie se atrevió a contradecirlo. Yo tampoco intervine en ese momento, pero aquella amenaza no detuvo mi compromiso cristiano. De la espiritualidad de los Focolares  aprendí que hay que amar a todos, que hay que interesarse por los derechos de todos. Y me dije a mí mismo: si tengo que elegir de qué lado estar, elegiré siempre estar cerca del más débil, el más indefenso». Dos días después, los peuls (llamados también Mbororo), fueron atacados por los anti-Balaka en la selva donde pastaba su ganado, a 18 kilómetros hacia Bangui. Cuatro hombres fueron asesinados y siete, entre mujeres y niños, heridos. La Munisca llevó a los heridos al hospital central de Sibut, pero durante dos días no recibieron ni cuidados médicos ni comida. Todos tenían miedo de acercárseles y asistirlos, incluidas las Ong y los servicios humanitarios. «Cuando me enteré de esta situación – explica el sacerdote–, me animé y fui donde el jefe de los anti-Balaka para pedirle que me acompañara al hospital. Viendo a esos heridos musulmanes, abandonados a sí mismos en una sala con un tufo insoportable y en condiciones lamentables, ambos nos conmovimos. Fui a la carrera donde algunas familias cristianas que viven cerca del hospital para pedir agua beber y para lavarlos, y también algo de comida para ellos. Luego obtuve del director de la Cáritas diocesana un medio de transporte para llevarlos a Bangui, a 200 Km de distancia. Gracias a Dios en tres semanas todos se repusieron y la Cáritas los pudo traer de vuelta sanos y salvos y devolverlos a sus seres queridos». Abbé Martial Agoua – Sibut (R.C.A.)