¡Imaginen a una chica enamorada! Enamorada con aquel amor que es el primero, el más puro, el que aún no ha sido declarado, pero que comienza a quemar el alma una alegría característica, que difícilmente se vuelve a experimentar en la vida: alegría secreta.

Unos días antes del 7 de diciembre me habían dicho que velase durante la noche precedente, al lado del crucifijo, para prepararme mejor al casamiento con Dios, casamiento que debía realizarse en el modo más secreto.

A la noche traté de hacer esta vigilia, arrodillada al lado de la cama, delante de un crucifijo de metal que ahora tiene mi madre.

Por la mañana me levanté alrededor de las cinco. Me puse el mejor vestido que tenía, y me encaminé, atravesando toda la ciudad, hacia un pequeño colegio.

Arreciaba un temporal tal que tuve que abrirme camino empujando hacia adelante el paraguas. Me parecía que expresaba que el acto que estaba a punto de hacer encontraría obstáculos.

Apenas llego al colegio: cambio de escena. Un enorme portón se abre solo, auto Sensación de alivio y de acogimiento, casi como brazos abiertos de aquel Dios que me esperaba.

La pequeña Iglesia había sido adornada lo mejor posible. En el fondo se destacaba una imagen de la Virgen de la Inmaculada.

Antes de la comunión he visto, por un instante, lo que estaba a punto de hacer:;ya nunca más podría volver al mundo.

Yo me casaba. Me casaba con Dios.

Aquel abrir los ojos ante lo que estaba haciendo – recuerdo- fue inmediato y breve, pero tan fuerte, que me cayó una lágrima en el misal.

Una larga acción de gracias.

Creo que hice el viaje de vuelta a casa corriendo. Me detuve, me parece, cerca del obispado, a comprar tres claveles rojos para el crucifijo que me esperaba en la habitación. Habrían sido el signo de la fiesta común.

Esto fue todo.

Con las mejores previsiones, el 7 de diciembre de 1943, no habría podido pensar lo que hoy veo. Alabanza a Dios, gloria a María, reina de un reino que – sin metáfora- ha invadido el mundo.

Chiara Lubich
(Extracto de «Hoy la Obra cumple treinta años», Rocca di Papa, 7 de diciembre de 1973)

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