Amar al prójimo no siempre exige grandes gestos. A veces basta simplemente mirar al otro con atención para descubrir que responder a su necesidad con alegría no cuesta nada. Repentinamente, de este sembrar amor, todos recogeremos frutos bellísimos.

En la  parada del autobús
Encuentro a Karim en la parada del autobús. Lo  conozco muy poco, no sé cuál es su país de origen, aunque creo que es nordafricano, mientras esperamos intercambiamos dos palabras. Yo voy para la ciudad, él  al  mar y seguramente no para nadar (se nota por algunos artículos de playa que lleva para vender ahí). Noto además  que no trae un sombrero para protegerse del sol, un accesorio indispensable en este tórrido verano para alguien como él que va a pasar horas en la playa soleada. “Lo olvidé en la casa”, responde. Espontáneamente le  ofrezco el mío. Lo compré hace poco, pero no importa: “Tómalo, tengo otros dos. A donde estoy yendo  puedo  encontrar una sombra, mientras tú…”. Karim, se atónito y me mira casi incrédulo. Varias veces rehúsa aceptarlo, pero después finalmente lo acepta viendo que lo hago de corazón. Mientras tanto, llega mi autobús. Nos saludamos. “¡Buen trabajo, Karim!”. “¡Una vez más gracias por el sombrero!”. Solo entonces pienso que le he dado un regalo a Jesús en él. El hecho es que el episodio del sombrero inulina toda mi mañana.
(Saverio – Italia)

La sombrilla
Había aprendido del Evangelio que detrás de los pobres y de los marginados está Cristo  que pide ser amado. Recuerdo  un simple episodio. En la cafetería cerca de casa, había visto a un pobre, apodado Penna, que estaba mojado  hasta los  huesos porque ese día llovía. A sabiendas de que había tenido TBC, aunque me costaba un poco que me vieran en su compañía, lo invité a mi casa para buscarle algo seco. Mis padres se quedaron sorprendidos. “Papá necesitaría ropa…”. Al inicio no parecía muy convencido,  pero me consiguió un par de pantalones, mientras yo encontré una chaqueta. Pero la lluvia no parecía detenerse… Y yo, insistiendo otra vez, dije: “Y ¿si le damos también un paraguas?”. También llegó la sombrilla. El pobre estaba feliz, pero más feliz yo, porque nos  habíamos  movido todos para ayudarlo. Pero la cosa no terminó ahí, días después, Penna volvió para devolvernos el paraguas. En realidad no era el  que le habíamos  dado, si no uno mejor. El  que nosotros le habíamos dado se lo habían robado pero  alguien le regaló otro.Y había querido contracambiar  así.
(Francesco – Italia)

A cargo de Maria Grazia Berretta

(tomado de “Il Vangelo del Giorno” -“El Evangelio del día”-, Città Nuova, año IX – n.1- marzo-abril 2023)

No comment

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *