Las Asambleas regionales de la fase continental del Sínodo 2021-2024 han concluido con la Asamblea del Cono Sur, realizada en Brasilia durante el mes de marzo de 2023.  Sobre este camino recorrido, compartimos aquí algunas reflexiones de miembros del Movimiento de los Focolares que han participado en la Asamblea final.   

“Desde el momento en que supe de mi elección, además de la gran alegría de poder participar, sentí una gran responsabilidad, la de poder ser un verdadero canal a través del cual dejar pasar al Espíritu Santo”. Son éstas las palabras de Mercedes Isola (de la ciudad de La Plata, Argentina), voluntaria del Movimiento de los Focolares, elegida como laica por los Obispos de la región para participar en la Asamblea continental para el Sínodo del Cono Sur. Se realizó en Brasilia, en la sede de la  CNBB (Conferencia Nacional de Obispos de Brasil).

Un espacio para compartir ampliamente, en donde ha sido posible redescubrir –nos sigue diciendo Mercedes– la  «dignidad bautismal que nos hace a todos hermanos, pueblo de Dios, corresponsables en la misión, independientemente de la vocación de cada uno.  Las ‘comunidades de discernimiento’, compuestas por personas de distintas proveniencias y vocaciones, han sido la confirmación de esa realidad: el Espíritu Santo sopla en todos, sin distinciones”.

El encuentro, en donde estaban presentes más de 200 personas, empezó con la entrada de las imágenes de la Virgen María, patrona de cada uno de los países, a las que se les encomendaron los trabajos de esta Asamblea. El evento congregó a brasileños, chilenos, uruguayos, argentinos y paraguayos.  En la diversidad de esos pueblos se admiraba la belleza de cada uno de ellos.  Y en diálogo con los demás cada uno se hizo constructor de verdadera sinodalidad.

“Abrirse a  una Iglesia con mayor participación de los laicos, inclusiva, transparente, coherente en el seguimiento de Jesús y concreta en su servicio y misión, son sólo algunos de los puntos que se afrontaron y profundizaron en esos días –nos cuenta Eliane de Carli, focolarina casada de Brasil–.  “Esta experiencia –sigue diciendo– que consiste en una práctica llamada “conversión espiritual”, nos permitió tener una comunión muy profunda en los grupos de trabajo.  Además, la riqueza de esta internacionalidad nos dio la posibilidad de conocer los retos de la Iglesia en cada país, algunos muy similares entre sí”.

Una semana de intenso trabajo que se transformó en experiencia de vida. Es lo que se percibe también en las palabras de Marise Braga, focolarina brasileña: “la jornada empezaba con un momento de oración, organizado cada día por un país diferente. Para la elaboración del documento final y sobre la base de los cuestionarios recogidos en los varios países en la fase local, se le pedía al grupo que respondiese a tres preguntas, remarcando las luces que surgían de esos informes, pero evidenciando también las sombras, las tensiones y los retos de determinadas temáticas en cada territorio. Por último, se individualizaban las prioridades que habría que afrontar en el Sínodo”.

El rol de las mujeres en la Iglesia fue uno de los temas recurrentes durante esta Asamblea Continental del Cono Sur; una cuestión que está adquiriendo cada vez más importancia junto a las problemáticas juveniles que deben ser encaradas.

“Antes de la misa conclusiva de esa fase sinodal, los jóvenes pidieron la palabra –comenta  Mercedes Isola–.  Fue muy impactante oír de ellos mismos por qué sus amigos ya no están en la Iglesia. Los jóvenes pidieron una mayor apertura, una Iglesia que permita a todo el pueblo de Dios ser protagonista, con sus puertas abiertas, como dice el Papa Francisco”.

Una exigencia que parece ser común a todos los continentes en este proceso sinodal y que, como lo sostuvo el Padre Pedro Brassesco, secretario adjunto del Celam (Conferencia Episcopal Latinoamericana y del Caribe) nos impulsa a “aprender una nueva manera de ser Iglesia”.

“La Iglesia nos ha llamado a ser escuchados –concluye Marise– no sólo a los Obispos, sino a todo el pueblo de Dios.  A menudo es necesario invertir la pirámide para conocer lo que hay en el fondo, pero para ver los frutos de este trabajo se requiere paciencia.  Tal vez nuestros hijos, nietos y bisnietos podrán gozar de todo ello. Ahora estamos plantando una semilla, y debemos tener esperanza.  Es un primer paso, hacia una Iglesia más cercana”.

Maria Grazia Berretta

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