Un testimonio ecuménico sorprendente y rico de esperanza en la ciudad de Calvino: fue la expresión de el más importante periódico de Ginebra que presentaba ayer la celebración ecuménica de esta mañana, que tuvo lugar en el marco solemne y austero de la antigua Catedral de San Pedro de Ginebra, centro de irradiación de la Reforma protestante. Y así fue. La Catedral repleta con más de mil quinientas personas; en el centro de la Mesa de la Santa Cena, al lado del Presidente de la Iglesia protestante de Ginebra, una mujer católica: Chiara Lubich. “Nosotros, hoy –dijo el Pastor protestante Joel Stroudinsky delante de obispos de varias Iglesias y de diversos Países, representantes de organismos ecuménicos, entre los cuales el cardenal Miloslav Vlk- debemos ser testigos de la pasión del Evangelio, de la fuerza de la Palabra que transforma el mundo en sus múltiples aspectos: social, económico y político”. Y aquí, presentando a Chiara Lubich, habló de su potente testimonio, de la acción del Espíritu de Dios en el mundo. “La acogemos hoy –dijo- en esta comunión especial, que nace de la común pasión por el Evangelio”. La palabra de Chiara se injertó en el culto dominical, en un clima de intensa oración. Era el misterio del amor, típico de la vocación de la mujer, que resaltaba en su fuerte mensaje. Chiara empezó su discurso haciendo referencia a una importante festividad de esta Iglesia: que se celebra el 3 de noviembre, la fiesta misma de la Reforma. “Recuerda a todas las Iglesias –dijo- la urgencia de esa continua reforma auspiciada por el Concilio”. Y aquí habló de la acción del Espíritu que a lo largo de la historia ha suscitado siempre nuevas corrientes espirituales para hacer renacer un vida evangélica radical, hasta hoy, con el florecimiento de nuevos carismas. Refiriéndose a temas de candente actualidad precisamente en estos momentos, como la opresión de los pueblos, la pobreza y el terrorismo, lanzó un fuerte llamado a la radicalidad de ese amor que sabe dar la vida y suscita la reciprocidad. “Sólo este testimonio entre las Iglesias nos hace visibles –dijo- y portadores de ese amor del cual el mundo tiene necesidad. Es ésta -concluyó- la reforma de las reformas que el Cielo nos pide; lo repite y lo grita con las presentes circunstancias que permite”. Servicio de la Radio Vaticana
Hoy quiero sonreír más
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