«¡Hola! Soy Abraham, soy de México, un país de personas nobles y de mucha fe; un pueblo que tiene los brazos abiertos al mundo». Comienza así su relato ante una platea de 300 jóvenes reunidos en un aula del Parlamento italiano para recordar y su profética visión de la política. Abraham trae consigo el bagaje de un país devastado por el narcotráfico y por los señores de la muerte. A él mismo un policía le apuntó con una pistola en la cabeza, porque lo confundió con un traficante , que estaba a su lado y que la miseria había empujado por este camino. «En el 2006 – continúa- comenzó la lucha contra el narcotráfico, una guerra que en 8 años ha dejado más víctimas que la guerra de Vietnam, entre los cuales muchos inocentes y gente que lucha por un compromiso civil: periodistas, militantes, etc. A menudo el pueblo sale manifestar porque el Gobierno está perdiendo credibilidad dentro de una fuerte crisis económica y social» «Vivo en la ciudad de México donde cada día se presenta un nuevo desafío. A pesar de esto, creo en un mundo unido y en el ideal de la fraternidad universal. Pero sé que el cambio debe comenzar por mí mismo, sin esperarlo de los demás, ni siquiera de las autoridades». «Si fuese uno de ustedes que tienen en el corazón el bien común de México –afirma Luigino Bruni, dirigiéndose a los jóvenes- trataría de estudiar las causas de esta enfermedad, entre ellas el capitalismo financiero que aumenta las desigualdades. Son formas de riqueza que no son inclusivas». «El primer paso a dar cuando se quiere cambiar un país es amarlo», subraya nuevamente el economista impulsado por el testimonio de Abraham. «Cada país tiene una vocación de belleza, tiene su genialidad, su identidad, con sus ambivalencias». Además les d un consejo: ¡estudiar más, aprender bien una profesión! «¿Son minoría? No importa. Aunque sean pocos basta estar muy motivados. Al mundo lo cambian las minorías proféticas. Y no dejen de creer que un mundo distinto es posible. La primera lucha que hay que dar, cuando uno es joven, es la de no perder la fe en el ideal. Hay que creer en lo imposible para tener un posible bueno».
«Varias veces me ofrecieron droga, también me robaron – continúa Abraham- Hace tiempo, cuando volvía a casa después del liceo, se me acercó un muchacho para pedirme un cigarrillo. En ese momento llegó la policía para capturarnos. El tenía la droga en el bolsillo y yo sólo los libros en la mochila. Empezaron a pegarle, mientras que el otro policía me apuntó con una pistola en la cabeza y me preguntaba dónde tenía la droga. Cuando los policías se fueron, ayudé a este muchacho a levantarse, le di el poco dinero que tenía. El me dio un abrazo y me dijo: ¿sabes que con este dinero hoy comerá mi familia? Me di cuenta de que un pequeño acto de amor desata una fuerza grandísima que no sabemos hasta dónde puede llegar. A pesar de la impotencia, quiero ver a mi vecino y a las personas que encuentro por la calle con ojos nuevos, y con otros amigos, dar un aporte concreto».
Con el deseo de un mayor compromiso por el bien del propio país y a pesar de las numerosas dificultades y el desánimo de la mayoría, el 20 de marzo pasado, jóvenes de diversas organizaciones se encontraron en la Cámara de Senadores Mexicana para tener una jornada sobre el díalogo, con los políticos, algo muy importante en un mundo que espera respuestas a los desafíos más grandes.
0 comentarios