Leyland es una simpática ciudad de Lancashire, cerca de Preston, que creció rápidamente después de los años ’50 con la expansión de la industria automovilística y otras industrias. Conviven desde hace trescientos años católicos, anglicanos, metodistas y otros cristianos de varias Iglesias.
En los años ‘80 –cuenta John-algunos de la parroquia de Santa María participaron en una Mariápolis y quedaron tan bien impresionados, que enseguida invitaron a otros parroquianos. Para encontrar los fondos para participar, vendían pancitos después de la Misa….! Otros, tomados por la curiosidad, ofrecieron sus talentos organizando fiestas, veladas musicales, juegos, producciones teatrales, que no solo sirvieron para recaudar fondos sino también para juntar a los miembros de la parroquia. Así, cada año el número de los asistentes a la Mariápolis iba creciendo y, a la vuelta, trataban de vivir en su comunidad eclesial el espíritu de unidad que habían conocido.
La evangelización no es una teoría –cuenta Leslie- sino que es un modo de vivir que involucra a todos: a los que asisten regularmente a la Iglesia, a los que van de vez en cuando y también aquellos a quienes la religión no les interesa para nada. Cada persona es apreciada por sí misma y contribuye a la tarea común, como Julie, que no habla y se mueve con dificultades pero que ayuda en la limpieza de la parroquia, dando ánimo y esperanza al que trabaja con ella. Julie, que encontró la fe hace pocos años, es un símbolo de lo que sucede aquí: recibir a todos, recibir a los pobres y a los necesitados, preocuparse por los enfermos, por los ancianos, y siempre con espíritu de alegría. La Iglesia está abierta a todos. Una vez , incluso, se realizó el funeral de un hindú, dado que la familia no sabía donde hacerlo. Para esa ocasión vinieron muchos amigos y parientes, que se quedaron impresionados por la buena acogida que recibieron.
Este año hubo 200 confirmaciones – continúa John- y la preparación a los Sacramentos exigió un trabajo enorme, pero la relación de unidad entre los animadores hizo superar todos los obstáculos. Como servicio a la población celebramos ceremonias especiales para niños que están en silla de ruedas, que son pre escolares, y también para las personas que los cuidan. Llegamos así a muchas personas que no frecuentan la Iglesia. Con la Sociedad de S. Vicente nos preocupamos por los ancianos, por los enfermos, por los que están solos, haciéndoles compañía y llevándoles también ayuda material, a menudo fruto de la comunión con otras parroquias vecinas. Recientemente se instituyó el “Fondo Newman”, esponsorizado por nuestra parroquia con el fin de ayudar a las personas necesitadas. Este cubre, por ejemplo, los gastos de transporte escolar de los niños que viven en los alrededores. Gestiona también la comunión de bienes y la sucesiva distribución de muebles e indumentaria a familias necesitadas”.
“El Consejo pastoral –sigue contando John- está atento a la población y apoya todas las iniciativas que conciernen a la participación y comunión entre todos gracias a la ayuda de muchos animadores voluntarios. Colaboramos además, con otras 10 iglesias cercanas. El grupo ecuménico nacido espontáneamente es muy activo. Cuando murió la esposa de un pastor laico metodista, la primera persona a quien llamaron fue a nuestro párroco. Muchos católicos fueron a su funeral realizado en la Iglesia metodista. Relaciones de este tipo, están a la orden del día.
Fuera de nuestra Iglesia –concluye-hay un escrito en latín que dice: “Donde está la caridad y el amor, allí está Dios”. ¡Es un hermoso programa! De hecho, quisiéramos que nuestra parroquia sea una chispa de luz para el mundo que la rodea”.
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